Desde siempre he pensado que fuera de las fuerzas armadas, el país tiene pocas opciones para instaurar el orden y la paz en todo el territorio nacional.

En contraposición a quienes han criticado la política de seguridad pública emprendida desde el Estado en el sexenio de Calderón, en lo que mal se ha llamado “guerra contra el narcotráfico” (conflicto armado interno del Estado Mexicano en contra de la delincuencia organizada y de diversas actividades ilegales, principalmente el tráfico de drogas desde diciembre de 2006, cuando el gobierno federal anunció un operativo en contra del crimen en el estado de Michoacán), un servido siempre ha pensado que no había de otra.

O la tomabas o la derramabas.

Para decirlo suavemente y para decirlo en el idioma que todos los mexicanos hablamos, no quedaba de otra: “agua y ajo”, lo que traducido al guadalupano quiere decir aguantarse y a joderse.

Se le atribuye a Julio César un aforismo –que no creo que sea de él- que dice que la mejor forma de buscar la paz es prepararse para la guerra. Entre paréntesis no concibo que así haya pensado un emperador 100 años antes de que naciera un emperador. Por definición esa clase de emperadores creían, porque así lo dice la historia, en el imperio de la fuerza. 600 años antes había sido concebido el derecho romano, pero este se imponía como tal por el imperio de la fuerza y no por el peso de la propia ley.

Pero eso es otra cosa, la situación del país en materia de violencia y de inseguridad pública, en las actuales condiciones ofrece nulas alternativas fuera del uso de las fuerzas armadas como tales o convertidas en una Guardia Nacional. Sobre todo si el presidente López Obrador ha estigmatizado y satanizado desde siempre a la Policía Federal, que era desde mi punto de vista, la mejor opción como institución estatal para acometer a la inseguridad pública.

Debo decir que el empequeñecimiento de la Policía Federal empezó con Peña Nieto. Prácticamente la demolió desde que extinguió la Secretaría de Seguridad Federal creada con Calderón y lo que quedaba de ella la alineó en la Secretaría de Gobernación, subordinándola a los criterios y aspiraciones políticas del secretario Osorio Chong, con lo cual se dinamitaron los pocos avances que se lograron con el panista, a pesar de lo que digan en contra sus malquerientes.

La Policía Federal debió haber sido el punto de partida para haber organizado los 32 sistemas de seguridad estatales, con su diferentes modalidades según fuera el caso, es decir, de mandos únicos, policías municipales, gendarmerías ciudadanas, policías de barrio o vecinales y fuerzas anti choque, incluyendo policías preventivas de aproximación y de otras características más especializadas como para abusos infantiles, contra feminicidios y para la prevención de la discriminación, entre otras patologías sociales a combatir. Esto no existe o en pocos estados lo hay totalmente en forma.

Esta no es una guerra. Es una lucha eso sí para imponer y restaurar el orden y con ello devolver la paz y la tranquilidad a todos los mexicanos. Donde no hay orden y el imperio de la ley y hay un vacío de parte del Estado Mexicano hay huachicoleo, secuestros, extorsiones y otras formas de actuación criminal.

Bienvenida la Guardia Nacional, que esperemos en verdad sean una fuerza armada profesionalizada, “policializada” y desmilitarizada.

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@marcogonzalezga