«Manuel Carvallo era tosco, escandaloso y siempre llamaba las cosas por su nombre. En apariencia era un hombre rudo, que terminaba siendo técnico- como los luchadores- por el gran corazón que le caracterizaba. Era un personaje tan emblemático que desde que llegaba al café de Don Marce, destacaba por su presencia. Muchos lo quisimos por su sinceridad, su solidaridad y por ser un gran amigo». Lo escribe la periodista Silvia Núnez Hernández en su «agnveracruz».