Tu historia es lo que tienes, lo que siempre tendrás. Es algo que debes hacer tuyo
Michelle Obama
En el Manifiesto del Partido Comunista, Karl Marx no solo instigaba a la modificación de un nuevo orden a partir de la abolición de clases, a través de la condición de los extremos ( Burgueses vs Proletarios), conocido como el antagonismo de clases.
Perenne condición que se mantiene presente hasta la actualidad, sin embargo, desde la época en la cual el famoso “Fantasma” recorría Europa, hasta nuestras fechas, la evolución y el perfeccionamiento con respecto a lo que el concepto democracia significa, ha cambiado, sobre todo en el mundo occidental.
Esa tendencia ha generado que se hayan alcanzado a pasos agigantados, grandes avances tecnológicos, en materia de derechos humanos, inclusión social y abastecimiento de mercancías como nunca antes; es evidente que no en todos los países sucedió eso, o en las mismas proporciones.
Lo anterior ha presentado un cúmulo amplio de hipótesis, desde las que culpan a la ubicación geográfica de los países, otras que remarcan la ignorancia, otros más que porque tenían pocos recursos y otras más porque eran naturalmente corruptos y tiranos.
Y al final de cuentas podemos sacar un corte y observar como existen muchísimas excepciones a esa “regla”, y que en el presente escrito estarían de más señalar, pero no omito invitar a leer un libro ampliamente ejemplificante que se titula: ¿ Por qué fracasan los países? de Daron Acemoglu y James Robinson.
Siguiendo con lo planteado, quiero exponer una aseveración, que para mí es una especie de hándicap, y me refiero al hecho, de que los países prósperos, antes de reflexionar con cuáles recursos contaban, lo pensaron, hablaron, señalaron y soñaron con serlo.
Sobra puntualizar el “American Dream” o “El milagro Alemán” y ni que decirlo del pequeño país monoproductor de tala de árboles como lo fue Finlandia, y dar el salto al país con el mejor sistema educativo del mundo y uno de los mejores en innovación.
Es decir, antes de ser países que fijaron postura de manos que se extienden, forjaron fuertes cadenas de unión que tuvieron como activo principal, al trabajo, dicha alud de crecimiento obedeció a una ideología, y hasta semántica devoción por salir adelante.
Por ello, el filón central de una nación que aspire a prosperar, tiene que poner como vaso comunicante entre el cuerpo nacional y su fin último, la concepción de bienestar como producto del trabajo.
Es más, el propio Marx, cuando habla de que con ideología se movilizan los pueblos, la revoluciones y los regímenes nos advierte que, “allí donde cesa la especulación, en la vida real, empieza también la ciencia real, positiva, la explicación de la actividad práctica, del proceso de desarrollo práctico de los hombres. Las frases acerca de la conciencia cesan, su lugar debe tomar un saber real. Con la explicación de la realidad ya que sin hechos materiales de mejora todo discurso pierde existencia”.
Lo que nos afirma, el propio impulsor de los cambios revolucionarios mas fuertes del siglo XVIII y XIX, es que hay que tener cubierto cierto nivel la vida material (ingresos para sustento), para desarrollar a plenitud la vida interior, y viceversa.
Ante esa constelación de planteamientos, me pregunto ¿En México tenemos un discurso social de prosperidad o empobrecedor?.