El mayor problema que el papa ha encontrado en su lucha decidida contra la pederastia han sido los obispos. Ellos por diversas razones, todas inadmisibles, han protegido a sacerdotes que abusaron de niños y niñas.
Los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo están citados del 21 al 24 de febrero a una cumbre en Roma, para tomar medidas que rompan con ese comportamiento y que garantice la erradicación de la pederastia en la Iglesia.
El papa con esta reunión se propone establecer un punto de inflexión en la manera que los obispos y el conjunto de la Iglesia ha tratado este gravísimo problema. Se quiere haya un antes y un después a partir de la reunión.
En la agenda está el establecer una política común en toda la Iglesia para hacer frente a este tema que implica, entre otras cosas, prevención, transparencia, denuncia a la policía, suspensión del sacerdocio y reparación del daño.
Los asistentes van a ser entre 120 y 140 obispos presidentes de las Conferencias Episcopales de sus países. Las de rito latino suman 113 y hay que añadir las de otros ritos como los maronitas en Líbano y algunos ortodoxos en Oriente.
Según Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano «el asunto de los menores es muy serio, y el papa lo quiere afrontar de manera eficaz y global (…) Al papa le importa que toda la Iglesia vaya junta y afronte de manera unida y positiva la protección de los menores, que es el gran escándalo de los últimos tiempos».
A mediados de diciembre, de cara a la reunión de febrero, el Vaticano bloqueó las primeras decisiones sobre esta materia por parte de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos porque se quiere, esa es la razón, homogeneizar los criterios y las medidas a nivel de toda la Iglesia.
La comisión organizadora del encuentro está integrada por los cardenales Blase J. Cupich y Oswald García y los arzobispos J. Scicluna y Hans Zollner, que fueron directamente elegidos por el papa.
En su primera comunicación se pide, debe entenderse como una orden, que los presidentes de las Conferencias Episcopales, antes de hacerse presentes en Roma, tienen que encontrarse y dialogar con las víctimas en sus países. Esto, dice el Vaticano, «es una manera concreta de poner a las víctimas primero y darse cuenta verdaderamente del horror que han vivido».
Los organizadores dejan claro que el propósito de la reunión es establecer una política, para toda la Iglesia: «Mientras no haya una respuesta completa y comunitaria, no solo no lograremos curar a las víctimas supervivientes de los abusos, sino que la credibilidad de la Iglesia para llevar a cabo la misión de Cristo estará en peligro en todo el mundo».