Los problemas y las desgracias no vienen solos, a menudo llueve sobre mojado y en no pocas ocasiones la tormenta de males destapa las cloacas que no hay más remedio que gritar “¡Nos lleva la chingada!”, “¡En la madre!”, “¡Hasta aquí llegamos!”, y así por el estilacho, lo cual no es del todo cierto, puesto que el miedo no anda en burro, y muchas veces somos demasiado hiperbólicos, nos morimos hasta de una catarro, dijera mi madre; en otras palabras, nos ahogamos en un vaso de agua, o en un vaso medio lleno o medio vacío, o completamente repleto de quién sabe. Da el caso que la situación del mundo va de menos a menos, por donde quiera vérsele. Yo insisto no en el apocalipsis, válgame Dios, pero sí en la degradación gradual de la Humanidad que últimamente ha tomado un giro vertiginoso de anulación. Claro que hay salvación, pero demasiado esfuerzo y trabajo tenemos que aplicar para salvar al mundo, porque el Atlas que lo sostiene no tiene para más, se le acabó la pila, por mucha tecnología y ciencia que poseamos, o quizás precisamente por eso.
Dentro de poco –sí que lo creo, no por mí, espero-, habremos de olvidar la memoria y la memoria no podrá recordar. Nos andaremos en tautologías hasta llegar a la tanatología… ¿Qué he dicho?
La indiferencia nos atrapa hasta el cuello, hasta el cerebro, hasta el corazón, hasta la piel. La aceleración de la rutina es atroz. La cotidianidad ni adiós nos dice y sólo nos deja desnudos en la inmundicia, de cualquier tipo, tufo e intensidad. No hay día que no me pase por mi cabeza hueca –quizás por eso- la inanición de no saberme vivo ni pa’ que vivo ante tanta incongruencia y maldad. Como que no vivo ni siquiera al día, ni al minuto. Y no solito sólo yo lo siento, he visto como se dizque se mueven los demás: la energía se ha esfumado. Ah pero eso sí, concedemos horas y horas para la fortaleza y belleza del cuerpo… Nada se ve, sólo angustias por mantenerse en forma cuasi perfecta. El alma, el espíritu, el motor del universo se va evaporando. ¿Otra vez habrá una explosión para que nazca otro espacio, lugar, ahora habitado de qué o por quiénes? ¿Habremos de salir de la nada para entrar a la nada?, me preguntó no recuerdo que personaje en una novela.
En el artículo del escritor Martín Caparrós “La humanidad cambia sin freno. Pero el váter sigue siendo el váter. Hoy, eso sí, de última tecnología”, leo: “ERAN ESCASOS: el privilegio de muy pocos. Cuentan que a principios del siglo XIX una dama inglesa que debía viajar a un pueblo indio mandó una carta al maestro de la escuela local para preguntarle si el lugar disponía de un WC. Los notables del pueblo no conocían esa palabra y debatieron; tras muchas dudas, decidieron que la dama debía querer decir wayside chapel —una capilla cercana— y le encargaron al maestro que respondiera con toda la amabilidad del vasallo colonial: “Querida señora, tengo el placer de informarle que el WC se encuentra a nueve millas de la casa, en medio de un delicioso bosque de pinos. El WC puede recibir 229 personas sentadas y funciona los domingos y los jueves. Le sugeriría que acudiese temprano, sobre todo en verano, cuando la concurrencia es grande. Puede también quedarse de pie, pero sería incómodo, sobre todo si va usted con frecuencia. Sepa usted que mi hija se casó allí, porque allí fue donde conoció a su futuro esposo. (…) Será un placer acompañarla personalmente y ubicarla en un lugar bien visible…”.
El artículo continúa: “Después se difundieron, pero, dos siglos más tarde, el water-closet —o váter o inodoro— sigue tan parecido a los de entonces. Pocas cosas han cambiado menos en estos años que tanto cambiaron nuestras vidas. Hablamos alguna vez en estas páginas de esos tecnováteres que arrasan en Oriente pero no en Occidente; ahora parece que nuestra respuesta al inodoro inteligente es el banquito bobo”.
Luego afirma: “En estos días de adoración de todo lo que se dice natural —o eco o bio o verde o tururú—, en estos días hipertecno que desconfían de la técnica, la astucia de Squatty consiste en convencerte de que te hace cagar según natura. Quizás hasta sea cierto; es curioso que el gran avance de la tecnología váter consista en volver a cuando no existían los váteres y había que acuclillarse en el suelo o un agujero. Es también un signo de estos tiempos”. (elpaissemanal, 02-02-09).
Recuerdo cuando era chico e iba de visita a ver a mis abuelos en un lugar de cuyo nombre no me quiero acordar. Había que comer y luego cagar, o al revés, pero el chiste era que había que ir al fondo de la parcela, donde había siembra de maíz, y había que acuclillarse por ahí, en la tierra, al lado de otros excrementos ya secos, y una vez terminado el acto sagrado de cagar, limpiarse el culo con mazorcas resecas. Bueno, basta. Hasta los poetas van al baño, lo sabemos. Ahí, incluso, se dan las buenas ideas. ¿Quién me asegura que Newton no estaba cagando cuando le cayó una manzana en la cabeza, o simplemente a su lado, o en la mismita mierda? Escatología pura, ¿no?
Vaya, que el mundo no se cansa de defecar –¡qué eufemismo!-, como tampoco se cansa de fallecer –¡otro eufemismo!-, como tampoco de eliminar… Me lleva mi mami, digo, me lleva la madre, y México feliz, Veracruz feliz, Xalapa feliz.
Y si me apuran, ¿acaso la manzana que se tragaron Adán y Eva estaba desinfectada, mínimo lavada? ¡Qué mentiras del fruto prohibido! Yo diría fruto ido, por pénjamo. Somos lo que comemos, dicen. Fijaos bien, hermanos, somos lo que cagamos, también. Y a quien no le guste.
¿Y si las vacas volaran? Porque nomás nos la pasamos echándonos mierda.
Los días y los temas
Me entero que los “pobladores indígenas de la localidad de Tepetlampa, ubicada en el municipio de Texhuacán, en donde el 85 por ciento de sus habitantes padecen pobreza según datos oficiales, no pueden acceder a los apoyos que proyecta entregar el nuevo gobierno estatal y federal.
“Lo anterior debido a que este lugar no se encuentra incluido dentro del catálogo de claves de áreas geoestadísticas estatales del INEGI. Acompañado de otros pobladores Victorino Xalamihua Xochiquiquisqui, subagente de Tepetlampa, acudió al Congreso del Estado para pedir el apoyo de comisión de Límites Territoriales Intermunicipales para generar el documento”. (alcalorpolitico, 29-01-19). Ojalá los oigan, los escuchen y los vean, mínimo.
Mientras, me entero que “México no contará con datos valiosos sobre su población en 2019. El Presupuesto de Egresos de la Federación, aprobado hace unos días por la Cámara de Diputados, no contempla ingresos suficientes para que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) pueda cubrir su calendario de actividades.
“(…) la Cámara de Diputados aprobó un presupuesto menor en casi 5.000 millones de pesos, por lo que ha anunciado que recortará 13 proyectos estadísticos que incluyen trabajo infantil, consumo de drogas y datos sobre el trabajo no remunerado de las mujeres mexicanas, entre otros”. (verne.elpais.com, 25-01-19).
Como que algo anda mal, y ya apesta, ¿o no?
De cinismo y anexas
Hace algunos años, leí el libro de Luis Felipe Fabre, Escribir con caca, (editorial Sexto Piso), gracias al artículo de David Marcial Pérez que titulaba “Maravillosos poemas de mierda”, del cual les dejo lo siguiente: “En una delirante y juguetona lectura freudiana, el ensayo de (Luis Felipe) Fabre descifra el secreto de los poetas: la poesía se origina en el ano. “La primera creación humana es la mierda: ahí va el niño después de cagar diciendo “mira, mira mamá”. Tiene algo monstruoso: eres tú y no eres tú, viene de ti pero hay una extrañeza, lo reconoces como una otredad”. (elpais.com, 07-08-17).
Y si no les gusta, aquí les dejo unos versos del poema “¿Qué hago en tu ausencia? Tu retrato miro”, de Salvador Novo:
“Ya sé bien que divago y que deliro,
y sé que recordándote me enredo
al grado de tomar un simple pedo
por un hondo y nostálgico suspiro”.