La historia de un pugilista proveniente de los bajos fondos que busca participar y coronarse dentro del evento más grande y mediático del momento, en primera instancia podría parecer una más de superación al estilo de las grandes franquicias cinematográficas o de los títulos provenientes del subgénero del anime que engloba relatos conocidos como spokon, sin embargo, hay mucho más.
No nos referimos sólo a que Megalo Box ambienta en un futuro distópico en donde los peleadores se suben al ring usando un exoesqueleto tecnológico que aumenta la potencia de sus golpes, lo cual le conecta con el ciberpunk, sino a la forma en que esto lo usa para desarrollar una inteligente reflexión sobre el clasismo y lo que es sin duda uno de los derechos básicos del ser humano, el poseer un nombre.
No es gratuito que en la realidad decadente que nos presenta e irónicamente nos resulta más familiar de lo esperado, lo que defina a la gente más pobre sea el hecho de no tener documentos, oscilando en una ilegalidad que les permite sobrevivir, pero les condena a ser ciudadanos de segunda, que a su vez se divide en cosas tan simples como las apuestas, los que tienen un poco de dinero lo hacen en el Megalobox, los que tienen aún menos sólo pueden hacerlo en las carreras de perros.
Un planteamiento devastador acentuado por la estética que va más allá del efectismo y apuesta por el contraste entre planos generales de escenarios sórdidos, y las visiones de magnitud y perfecta arquitectura de la gran ciudad, apoyado por juegos de colores, texturas y diseños, que van de lo orgánico y saturado, a la pulcritud y la frialdad disimulada.
Otro apartado importante es su naturaleza como producto referencial, pues tanto en la música de hip hop que sirve de fondo, como en su estilo de animación tradicional, posee reminiscencias a los conceptos noventeros, lo que le agrega un irresistible toque de nostalgia. Destacan el sentido dramático de los momentos de introspección y lo envolvente de las secuencias sobre el cuadrilátero que apenas estiran los puntos de tensión, salpicadas de cierta espectacularidad a la hora de mostrar los cruentos alcances de la tecnología que usan en los puños los boxeadores.
Por supuesto, es importante decir que esta es una serie que surge como homenaje al clásico del anime Ashita no Joe de Ikki Kajiwara y Tetsuya Chiba,y como tal cumple y con creces, retomando no sólo parte de aquello que le hizo tan apreciado -lo entrañable de los personajes, la vitalidad de la trama e incluso el nombre que aquí cobra otro interesante sentido-, sino reinterpretándolo y enriqueciéndolo, al conectar la lucha interna del protagonista con un discurso de implicaciones sociales, revistiéndole con ciencia ficción, sin que la historia de redención original pierda un ápice de espíritu y humanidad.
Megalobox se puede ver el servicio streaming conocido como Crunchyroll, pero este fin de semana se proyectará en exclusiva a través de las pantallas de México y bien vale la pena darle un vistazo.