Juan Noel Armenta López

Las personas vivimos de los recuerdos, vivimos en los recuerdos, vivimos con los recuerdos. El recuerdo de quien fuiste, te da el aliento espiritual para saber quien eres. Parece que fue ayer cuando el chipi chipi vivía en Xalapa. Parece que fue ayer cuando se quemó el mercado Jauregui y cientos de ratas despavoridas corrieron inundando la calle de Lucio. Parece que fue ayer cuando vimos a Enrique y Antonio Eguía platicar en el quicio de una puerta junto a la nevería Xalapa. Parece que fue ayer cuando vimos a don Humberto Frutis, cámara en ristre, tomar esas fotografías magistrales en un desfile cívico. Parece que fue ayer cuando don Antonio María Quirasco, traje café claro, se lustraba los zapatos afuera del Hotel México. Parece que fue ayer cuando vimos al Licenciado Horacio Mota, con esa distinguida presencia, subía las escaleras hacia su notaría. Parece que fue ayer cuando vimos a don Justo Fernández, hombre probo de la más sólida estirpe, entrar con sus hijos Manuel y Maximino, al edificio Enríquez. Parece que fue ayer cuando vimos a los hijos de don Antonio Chedraui, tijera al cinto, servir a la clientela cumpliendo con la enseñanza de su padre de aprender a trabajar para ganarse la vida y saber mandar. Parece que fue ayer cuando Antonio Limón Alonso, distinguido notario, saludaba siempre amable en la puerta de su despacho. Parece que fue ayer cuando vimos a don Chema Mijares, pelo alazán ensortijado, mover un bulto en la tienda de la castellana. Parece que fue ayer cuando íbamos al cine Victoria. Parece que fue ayer cuando supimos de la matanza de los obreros telares de San Bruno, y después la protesta de las mujeres con una banda roja amarrada en la cabeza pidiendo justicia. Parece que fue ayer cuando el río Carneros pasaba con su ciénega por la calle de Bocanegra. Parece que fue ayer cuando Relojerías Cantú regalaba un pavo y daba un largo año para pagar. Parece que fue ayer cuando vimos a Juanote con sombrero de palma y ala ancha, mecapal, sonrisa, y la placa de metal con el numero 13 colgando del cinturón. Parece que fue ayer cuando Guadalupe Sánchez, con su gavilla de pistoleros, tomó Xalapa. Parece que fue ayer cuando don Rubén Pabello entraba a su periódico a revisar las galeras de la información. Parece que fue ayer cuando Pablo Beltrán Ruiz, Damaso Pérez Prado y Manuel Vicuña tocaban en el Centro Recreativo. Parece que fue ayer cuando íbamos a ver a los enfermos de tuberculosis que sacaban a orear a un costado del Cerro Macuiltépec. Parece que fue ayer cuando vi reír al doctor Juan Pablo Prom al contarme de una anécdota en la barda del rancho de Totó. Parece que fue ayer cuando el padre Obeso celebraba misa a cupo lleno. Parece que fue ayer cuando el químico Lassman, al sacarme sangre, me dejó tan transparente como el cadáver de Germán Robles en aquella película de vampiros. Parece que fue ayer cuando en la tienda de la esquina de Revolución y Juárez, vimos trabajar al señor Ahued con la ayuda de sus hijos. Parece que fue ayer cuando Pepe Zaydén se enfrentó en una partida de ajedrez al campeón mundial. Seguido veíamos por la ciudad caminar al químico Rocas, a Gustavo Nachón, a Manuel Selem, don Pepe Tanos, Leonardo Pasquel, Luis Espinosa, Fernando García Barna, Ambrosio Soto, Ángel Trigos, Manuel del Río, Abel Escobar, Adolfo Pelayo, Rubén Bouchez, Darío Landa, Víctor Piña, Cholita Ramos, Roberto y Guillermo Williams. Seguido veíamos a don Froylán Flores Cancela, premio nacional de periodismo, hombre de una pluma por demás justa y equilibrada. Parece que fue ayer cuando Librado Basilio, con solo una mirada, nos desactivó la huida rumbo a la nevería Blanca Nieves. Y completan la estampa de recuerdos las tiendas: La Tienda del Valle con su bellísima propietaria; El Gallo de Oro, La Bruja, La Isla, La Favorita, La Roca de Oro, El Tamalito, El Pollo de Carlitos, Bazar del Parque, La Chilera de Jiménez, Casa Martínez hoy Corte Inglés, El Café de Chinos, El Relojote de la joyería La Perla. Era el Xalapa de la Sinfónica de don Juan Lomán, del estridentismo de Manuel Maples Arce, de la genialidad de Lascas de Díaz Mirón. Era el Xalapa de la cara del sol ausente que le tenía miedo al frío. Era el Xalapa de esa bruma tan romántica y densa que, para avanzar en el camino, había que quitarla a puños. Era el Xalapa (…). Gracias Zazil. doy fe.