Tengo la idea próxima a la convicción firme de que todo en la vida se explica a partir de la condición humana. Nuestra existencia es mejor en la medida que tengamos calidad humana. Lo digo en forma general. Más adelante haría un enfoque específico de esos atributos cuando juegan en la política. A estas alturas de mi existencia, vividas múltiples y variadas experiencias, tomo en cuenta esas cualidades para entender mejor al prójimo sin perder la buena fe y la creencia de que podemos ser mejores. Observo que se es de una u otra forma independientemente de ideas políticas, religiones, nivel de estudio y condición económica. Las virtudes y defectos no se detienen en esos elementos, tienen un rol transversal. Creo también que la Educación y la cultura son básicos en lograr mejores seres humanos. El saber genera diálogos y tolerancias, nos hace comunidad armónica; es una fuente de calidad para las personas. Nada es más chocante que el militante político cuando asume una superioridad moral autoasignada y pretende ser modelo moral y democrático.

En mi experiencia de varias décadas, siempre en la oposición con un paréntesis reciente de un par de años, he visto de todo: desde la grandeza sublime de los idealistas, pasando por el promedio de las buenas intenciones, hasta la barbarie y primitivismo de quienes hicieron de la política un asunto mercantil y demagógico. En el quehacer político he visto lo mejor y lo peor del ser humano. No es para menos si pensamos que somos herederos de un sistema político autoritario, surgido de la revolución mexicana pero derivado en un aparato de privilegios y fraudes. Prácticamente solo hemos conocido a la política en la versión del otrora partido hegemónico y repetida por las otroras oposiciones. Las formas tricolores moldearon la personalidad política de los mexicanos. En la medida que la política supone presupuestos y cargos, la convivencia se vuelve interesada, con alto grado de falsedad y proclive a las traiciones sistemáticas. En este caso estamos hablando del pasado antidemocrático que, con todo y alternancia, no se va a ir por decreto.

Desde la elección de julio del año pasado tomé dos decisiones para mi postura en la vida pública: no ser miembro de partidos políticos y no hacer oposición política a ningún nivel. Decidí, en cambio, tener una postura ciudadana independiente, apoyar en lo más positivo a las nacientes administraciones y hacer críticas constructivas. Tengo muchos años en partidos de izquierda (PCM, PRT, PSUM, PMS y PRD), fui gente de partido. Viví todo lo que se pueda imaginar en esos partidos, fui actor directo de muchos momentos claves en la vida de VERACRUZ y Mexico. Tanto Martí Batres como Manuel Huerta, en sus inicios, me invitaron a ser fundador de Morena; decliné agradeciendo en razón de que sentí cerrado mi ciclo en los partidos políticos; ya no quería asumir una disciplina que te lleve a pausas en las convicciones. Por lo demás, no veo propiamente partidos ideológicos y con programas claros; en nuestro país han derivado en membretes y maquinarias electorales. Pienso que desde la sociedad civil se puede contribuir a que haya buenos gobiernos, se avance en democracia y tengamos bienestar social.

Soy atento observador de los perfiles y comportamientos de los políticos del bloque hegemónico tanto a nivel nacional como estatal. En cuanto a Andrés Manuel y su gabinete ninguna duda de capacidad y compromiso, así como su atención a las expresiones de la sociedad. Tengo mis dudas en lo local, aún con mi deseo sincero porque les vaya bien a Cuitláhuac y su equipo. Sin embargo, tienen el mandato popular y lo tendrán que cumplir. Están ante una oportunidad dorada, máxima en su vida pública, para cumplir con la ciudadanía. Sobre la marcha vendrán los ajustes y la templanza que solo dan los días. Confió en eso. Hay casos delicados de abusos de poder, son evidentes y tienen que resolverse. Se trata de funcionarios sin formación, con nulos valores democráticos y que traicionan el ideario y ejemplo de AMLO. Cuando uno sabe o ve de ciertas prácticas de nepotismo, de violación de derechos y actitudes despóticas no puede quedarse callado. Es una sorpresa que haya ese tipo de autoridades cuando son resultado y beneficiarios de una voluntad popular que quiere algo radicalmente distinto. Pero así es la realidad, el rollo no da calidad humana, la pose no los hace mejores; más bien los vuelve simuladores. Es la condición humana.

Recadito: el próximo lunes voy a solicitar la destitución de un Secretario de Despacho.

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