Qué telenovelón están viviendo en los Estados Unidos con la fichita de presidente que tienen. Jamás pensé que vería algo así en ese país al que considero… ummm, pero si antes me lo permiten, y para no resultar incómodo e incorrecto, pido perdón con anticipación por si lo que voy a decir molesta, pero a nuestro vecino del norte lo considero la cúspide de la vanguardia en muchos ámbitos en el mundo actual (señalaría 3 debilidades de un servidor que me parecen definitivas: cine, música y tecnología), gran formador de tanques de pensamiento que nadie puede negar y el modelo, con muchas contradicciones por supuesto, de lo que el liberalismo económico puede traer para beneficio del mundo entero.
Y a ver, no quiero que se malentienda esto. No soy pro yanqui, ni derechista, ni conservador o algo que se le parezca, simplemente hay vertientes del modelo liberal democrático norteamericano que no se pueden escatimar. Desde mi posición por ejemplo como administrador público de profesión, esta ciencia que me ha inspirado y por la cual siento gran vocación –aunque no me dedique a ella-, es creación de grandes pensadores norteamericanos, cosa de la cual que no abundaré aquí. Nada más diré que las principales escuelas de gobierno en el mundo están en los Estados Unidos y ellos inventaron el sistema federal.
Por supuesto que lo anterior no borra una serie de hechos muy lamentables que manchan su foja de contribuciones al mundo moderno. Entre las más recientes están el hecho de que actualmente los gobierne un personaje como Donald Trump. En esa serie de dislates que este hombre representa, está el último escándalo que protagonizó el que fue por más de 10 años su abogado de cabecera y cómplice de pillerías, así como su tapadera de aventuras sexuales con estrellas porno, lo que no necesariamente es un delito, cada quien su vida diría yo, pero se trata nada más y nada menos que del presidente de los Estados Unidos, y fueron “aventuras” fuera de matrimonio lo que no habla muy bien de la calidad moral de este hombre.
El abogado Michael Cohen fue durante muchos años el hombre de la más alta confianza de Trump. Fue su abogado personal, golpeador y tapadera, al que le encargaba trabajos sucios de toda índole. Su lealtad al mandatario se acabó cuando se puso a disposición de la justicia en medio de las investigaciones del fiscal especial para la trama rusa –la más que probada intervención del gobierno de Putin en las elecciones estadounidenses-. Se declaró culpable de varios delitos, hace unos días compareció ante el Congreso estadounidense en donde dio detalles que implican a Trump en varios delitos, además de calificar al magnate neoyorquino como “racista, estafador y embustero”.
¡Ufff!
Miren ustedes señoras y señores lectores, Trump es un personaje al que no se puede describir con argumentaciones razonadas. Es un tipo tan básico y nefasto que bastarían adjetivos simples para hacer un retrato hablado de su condición humana. Hace un tiempo que me ocupé de él adelanté algunos epítetos que lo describen de pies a cabeza, y ahí la dejo por el momento.
En pocas palabras, es un caso aparte, -un parteaguas- en la historia de los Estados Unidos, en donde han llegado a la primera magistratura de ese país hombres de muy baja estopa, pero nunca con su baja factura, Trump rompe con cualquier antecedente o estereotipo en su más vil acepción.
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