En este preciso momento muchas cosas. Pero lo primero que diría que me preocupa es la indolencia, después vienen la ineptitud, la inoperancia, la impreparación y la falta de profesionalismo para enfrentar los retos que el momento actual está imponiendo a quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones.
Caray, cuántas carencias, es que parece que no se dan, que no nos damos cuenta del momento que estamos viviendo. Dentro de todo este espeluznante saldo que nos está dejando la realidad actual hay uno que me tiene azorado, por no decir que horrorizado. La crisis de derechos humanos y el Estado que se ha visto impotente para revertir esta situación tan grave que arroja cifras que dan pavor: Cada 160 minutos es privada de la vida una mujer o una niña.
Y esto no me lo estoy inventando, lo acaba de declarar la señora secretaria de Gobernación, la eminente Olga Sánchez Cordero. Algo se está haciendo mal o se está dejando de hacer para dar un ambiente seguro a las mujeres -¡y a las menores de edad!- en este país. Repito, es pavoroso.
“A todas ellas las une un factor común: la falta oportuna y diligente del Estado Mexicano para asegurar su integridad y ¡asegurar sus vidas!” (los signos de admiración son míos para recalcar la carencia. Y el relato continúa: 66 de cada 100 mujeres ha sufrido o ha sido víctima de algún tipo de violencia y cada día 9 mujeres son víctimas de feminicidio. En 2018 se contabilizaron –como si estuviéramos hablando de una actividad económica- 3,580 feminicidios, que yo en lo particular dudo que todos entren dentro de este rango conceptual.
Sí, y digo, a lo mejor soy un insensato y necio, es que un feminicidio es un crimen que implica odio, discriminación y violencia de género, que por supuesto están presentes, no lo estoy negando ni minimizando, pero en las actuales circunstancias todos estamos metidos en la misma tómbola. Pero por supuesto que debemos poner por delante a las mujeres y a las menores.
Ojalá haya la suficiente capacidad en los tres órdenes de gobierno para atacar este problema y revertir esta tendencia. Desafortunadamente los factores son muchos, desde los culturales y educativos, hasta la ola criminal que está azotando a muchas regiones del país, por supuesto también están los crímenes de odio, la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, la desigualdad de género, la prostitución, la drogadicción y la impotencia del Estado en todos sus niveles para enfrentar este flagelo de la manera más oportuna y eficaz.
Yo estoy cierto que esto no se trata de modelos económicos, esto es en buena medida debido a la ineficacia gubernamental, al acompañamiento necesario de un trabajo de asistencia social, de desarrollo comunitario, de una educación cívica que insista en que a las mujeres se les respeta y que cuando una mujer dice no, pues es no, y que aun cuando diga sí este sí tiene límites que no se pueden traspasar, nadie.
Es una tarea difícil que requiere de la participación, fundamental, del gobierno, los sistemas DIF bien llevados son indispensables, de sistema educativo por supuesto también, de los institutos de la mujer y de instancias de reciente creación como el sistema integral de protección de niñas y niños, pero es necesario que nos involucremos todas y todos.
En la alerta de género todos tenemos una tarea.
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