Por Ramón Durón Ruíz (†)

El extraordinario poeta, escritor y dramaturgo inglés William Shakespeare con diáfana sapiencia afirmó: “Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie; esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte.
No permitas que nadie te insulte, te humille o te baje la autoestima. Los gritos son el arma de los cobardes, de los que no tienen la razón. Siempre encontrarás gente que te quiere culpar de sus fracasos, cada quien tiene lo que se merece.
Hay que ser fuertes y levantarse de los tropiezos que nos pone la vida para avisarnos que después de un túnel oscuro y lleno de soledad vienen cosas muy buenas ‘No hay mal que por bien no venga’ Por eso disfruta la vida porque es muy corta, ámala, sé feliz y siempre sonríe, sólo vive intensamente para ti y por ti, recuerda:
Antes de discutir… respira.
Antes de hablar… escucha.
Antes de criticar… examínate.
Antes de escribir… piensa.
Antes de herir… siente.
Antes de rendirte… intenta.
Antes de morir… ¡Vive!”1
Para el viejo campesino de Güémez, ese es el secreto de la vida, deja ya de sobrevivir y date tiempo para vivir plenamente, HOY, date tiempo para amar y sonreír, recuerda que tanto el amor como el humor, son las más íntimas manifestaciones democráticas del pueblo, que en ellos encuentra la más rica manera de florecer frente al dramatismo de la política y la híper solemnidad que muchos le dan a la vida.
Lo que pretende este Filósofo, es cumplir con dos propósitos: desentrañar el poder que generan en tu vida el amor y el humor, y el tiempo ha enseñado a éste viejo campesino que el secreto es: que diariamente te hagas parte de ellos, encontrando “lo divino que hay en lo humano y lo humano que hay en lo divino”
A través de la energía vital que generan el amor y el humor, la adversidad, el dolor y todos los infortunios son el preámbulo del encuentro con la felicidad. Nacemos con el derecho inalienable del bien, del amor, de la alegría y la felicidad; el secreto de la vida está en que seas feliz y ayudes a que los demás lo sean también.
Cada nuevo amanecer pareciese que Dios me susurra al oído: HOY deja de vivir en el papel de víctima, con resabios, resentimientos, rencores, odios y sinsabores. Me encontrarás cuando aprendas a dar con amor y a vivir con alegría y buen sentido del humor, recuerda que tienen la magia de unirte a la vida y abrir tus canales de energía para que fluyas con la esperanza.
El que no vive en la energía poderosa del amor y la alegría, sufre de desánimo y de incomunicación, está privado de calidez humana, es un extraño en el camino del júbilo, está aquejado por la desesperanza. Mientras al abad Pombo, presumía orgulloso que jamás en su vida había reído, la existencia de San Francisco de Asís o San Juan Bosco, son un monumento al amor al prójimo y a la alegría, este último afirmaba: “un santo triste… es un triste santo”.
A propósito de humor, resulta que viajaba el Filósofo en autobús a la frontera, cuando un gringo que iba a su lado le pregunta:
— Dígameuu señourr, ¿me podría explicauurrr por queu campesinos mexicanous ser tan perspicaceuus?
—Mire –dijo el viejo Filósofo– ¿Ve este hueso de cabrito? Tiene todas las propiedades vitamínicas, hierro, potasio y el fósforo, necesarios para el cerebro y chupándolo mucho se absorben sus propiedades.
—¡Houu que maravillauu! y ¿me podriaauu darmeuu a probauur?
—¡¡Claro que sí!! –dice el campesino de allá mesmo–, le propongo un trato, usted me da su sándwich y yo le doy el hueso de cabrito.
—¡¡Okey!! –dice el gringo–.
Hacen el cambio, y el Filósofo con ancestral hambre devora el sándwich. El gringo que chupaba el hueso le dice:
— Me dau la impresiouuun que usteuud hacermeuu pendejouu.
El Filósofo lo mira y le dice:
—¿Ve mi güero?, ¡YA ESTÁ HACIENDO EFECTO EL HUESO DEL CABRITO!
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