En un responsabilidad oficial había una contadora a la que yo regañaba seguido cuando consideraba que no se había hecho bien un trabajo o por haber sido omisa en algo. Un día me enteré que en una situación determinada, ella no era la culpable. Y la llamé y le dije: «te pido una disculpa, ya me enteré que no fue una falla tuya. Pero siempre que te llamo la atención te quedas callada y eso no es bueno. Cuando alguien te está molestando injustamente, uno tiene que alzar la voz y defenderse porque la condición humana es canija y tendemos a abusar de quien no se defiende». Y creo que esto es aplicable no sólo en el trabajo, sino en general en las relaciones humanas.