El pasado jueves 4, me desperté con la noticia de que había muerto el poeta-cantante argentino Alberto Cortez, cuyo verdadero nombre es José Alberto García Gallo (Rancul, La Pampa, 11 de marzo de 1940-Móstoles, Madrid, España, 4 de abril de 2019).
Admirado por quien esto escribe desde mi juventud por esa asombrosa virtud que tenía el argentino para musicalizar poemas de una prosa sencilla, sin complicaciones, de personajes, cosas y circunstancias que alguna vez llegué a pensar que yo podía escribir también, pero que por más que me esforcé no pude hacerlo nunca. Por ejemplo, una de las primeras canciones poemas de los que tengo memoria, ‘Mi árbol y yo’, caray, pues claro que yo hubiera querido escribirle de la misma manera a las emblemáticas palmeras gigantes de la plaza central de mi pueblo. O a alguno de los tantos y amados perros que he tenido la suerte de tener a lo largo de mi ya tan corta vida. Una lírica notable que podíamos entender usted, yo y cualquiera.
Amo esas letras, esa poesía, repito, sencilla pero con mucha profundidad, con mucho fondo y contenido, llenas de sabiduría popular. Miren ustedes, las primeras letras de canciones con ese estilo que empecé a atesorar en mi bagaje personal probablemente fue ‘Es un gran tipo mi viejo’ de otro argentino, Piero, cada cumpleaños de mi padre se le cantaba y a él le emocionaba. De ahí brinqué a Atahualpa Yupanqui con su ya mítica ‘Porque no engraso los ejes’, caray, juro que la escuchaba y mi imaginación volaba y me veía una noche en medio de la escarpada pampa argentina, vestido de gaucho al pie de una fogata a punto de devorarme un asado.
En esos mismos años empecé a aficionarme a Facundo Cabral, otro memorable argentino, más rebuscado en sus letras, cargadas de espiritualidad y de referencias literarias. En sus letras hay menciones a Jesús, Lao-Tsé, Buda, San Juan Bautista, San Francisco de Asís, Gandhi e incluso la Madre Teresa de Calcuta. Descubrí por aquellos años también al catalán Joan Manuel Serrat con canciones de autoría propia, pero también especializado en musicalizar a poetas españoles como Miguel Hernández y Antonio Machado (‘Caminante no hay camino’ y ‘Cantares’). En paralelo surgió otra argentina, Nacha Guevara, que interpretó poemas de Mario Benedetti (‘Te quiero’ –… si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo”-) y, finalmente, Víctor Manuel, el asturiano, que le ha cantado a su tierra Asturias y a quien comencé a identificar a través de la hermosa ‘Solo pienso en ti’ y ‘Quiero abrazarte tanto’, que aquí en México cantó Marco Antonio Muñíz, finalmente no quiero dejar de mencionar a Luis Eduardo Aute con ‘Rosas en el mar’ y a Mercedes Sosa con ‘La maza’.
Pero volviendo a Alberto Cortez, la última vez que lo vi fue en una presentación que hizo en el puerto de Veracruz, acompañado por la orquesta de la escuela de música que dirigía el maestro Antonio Tornero. De esta escuela ‘adoptó’ a un joven y talentoso pianista xalapeño que lo acompañó los últimos años en sus presentaciones musicales. Miren, son muchas las canciones que recordamos de Cortez, pero en especial ‘Cuando un amigo se va’ (“Cuando un amigo se va / queda un espacio vacío, / que no lo puede llenar / la llegada de otro amigo…”), canción que interpretó cientos de veces, la compuso en 1969 para recordar a su padre.
Y podría seguir mencionando otras, pero me voy a permitir cerrar con un fragmento de ‘A mis amigos’ (¿qué haríamos los humanos sin los amigos…?):
A mis amigos les adeudo la ternura / y las palabras de aliento y el abrazo, / el compartir con todos ellos la factura / que nos presenta la vida, paso a paso. / A mis amigos les adeudo la paciencia / de tolerarme las espinas más agudas; / los arrebatos de humor, la negligencia, / las vanidades, los temores y las dudas. / Un barco frágil de papel, / parece a veces la amistad / pero jamás puede con él / la más violenta tempestad / porque ese barco de papel, / tiene aferrado a su timón por capitán y timonel: un corazón / A mis amigos les adeudo algún enfado / que perturbara sin querer nuestra armonía; / sabemos todos que no puede ser pecado el discutir, alguna vez, por tonterías…
Gracias Alberto Cortez.
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@marcogonzalezga