Benito Barradas

Revivimos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Pasa la Sagrada Cena. Y Tú callabas. Pasa la Oración del Huerto, el beso de Judas, el desprecio de Herodes y Pilato, vas con jirones por ropas, despreciado, insultado, por la calle de la amargura. Tarde triste, a tu Calvario caminas. ¿Y por qué muerte en la Cruz? Divina Crucifixión. Cristocéntrico Jesús. Cruz, dolor, madera herida, sepulcro del redentor. ¿Quién la piedra removió? ¡No lo busquen entre los muertos! ¡Él vive! ¡Resucitó!
Días solemnes de Semana Santa que brotan a través del corazón y la memoria. Días de la Semana Mayor que corren inciertos por el miedo y el espanto, días de palabras y nombres de la Pasión que se clavan como agujas en los pliegues del alma, días de aflicción, angustia, desamparo, soledad y tormento, cuando miras lo que sucede a tu alrededor, sin asomo de esperanza.
Tiempo de espera, tiempo sin tiempo, eco que se repite desde el fondo de los siglos para reinventarnos a nosotros mismos en el rito místico de siempre, igual que intentamos rescatarnos en el mapa de los recuerdos. Es la liturgia milenaria que se presenta exacta. Es la emoción y la belleza ritual que llevamos grabadas en el itinerario de los sentimientos.
Semana Santa envuelta en el desgarro humano, en el silencio premonitorio, el aire espeso, la música apacible, las luces mortecinas, la cera derretida, los símbolos religiosos, los pasos perdidos, las trompetas resonantes desde los tiempos de la infancia. Xico y Otates, mis pueblos de siempre, mis paisanos de siempre, la memoria de siempre; la antigua, eterna ceremonia de reglas inalterables bajo el mismo cielo. Semana Santa del sufrimiento; fiesta del dolor embellecida por la transformación de la muerte, resurrección y vida. Vista así, la muerte es belleza porque no es muerte. En Xico y en Otates sólo se piensa en la vida, y cuando se trata de la muerte la muestran con el prodigio del arte que, sin dolor, representa al llanto, la angustia, la traición, los azotes, las burlas, la muerte; y la vida se queda toda en la gente que hace posible la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. La vida es propia y no se deja encargada a nadie. Por eso la muerte de ese justo llamado Jesús, es una muerte que proviene del amor por vivir, expresión de la vida, una muerte con esencia de vida. Parece un imposible, pero así es. La vida que trata con mucho respeto la pasión y la muerte, y que se traduce en Resurrección. Es decir, vida.
La gente que tiene arraigada la cultura de la vida nunca podrá admitir la barbarie, la gente que en la vida sólo entiende que vive para vivir y para dar vida, cuando llega el momento en que inevitablemente tiene que hablar del dolor, el llanto, la angustia, el sufrimiento, o la muerte, lo expresa con el arte: cánticos, literatura, pinturas, representaciones. Yo apuesto por gente así. Hay que dejar que el aire hable en el nombre de esa gente que quiere vivir, en paz, lejos de los ciegos y necios que embisten a diario con sus actos de barbarie, desolación, y muerte. Cuánto no darían todas las víctimas de la violencia y el terror, de aquí y de allá, de todos los tiempos, por comprobar, de acuerdo con la fe de la iglesia, que la muerte no es real, que fue representada artísticamente, y lo que darían todas las víctimas de México, Venezuela, Irak, Siria, Egipto, Londres, París, Bruselas, Madrid, o Nueva York, por saber que la muerte es un tránsito, que basta con esperar una semana para resucitar, para que la muerte se transforme en vida. Queda el arte, la sangre pintada, el sufrimiento en mármol, la muerte representada en madera.
Benditos sean todos los que han renunciado a matar; repudiados sean los que viven sin vida acechando a sus semejantes para destruirlos; bienvenido aquel que llama a la vida, que junta vidas, y ofrece su obra artística a los demás con poesía, música, pintura, escultura, y premia con la Resurrección. En el nombre de toda la gente de bien, en el nombre de esa noble gente declaro que queremos vivir, lo digo en nombre de esa gente que invita a vivir fraternalmente. Linda gente de mi pueblo que cuando habla de la muerte, lo hace con la esperanza de la Resurrección, digo, de la vida. Esencia metafísica, tesoro blindado de nuestras tradiciones. Paisaje sentimental del camino recorrido por nuestra propia existencia.
Es probable que en estas noches de vigilia, cuando me asome a la ventana para respirar en solitario el aire despojado de nostalgia, a lo lejos, en la radiante y enorme luna de abril, distinga la orfebrería luminosa de un palio acompañado por rezos, cánticos, o silencios.