Semana Santa, Pasión de Cristo, Días de Guardar, de reflexionar y que vengan las chelas, digo, los azotes, la corona de espinas, la cruz, arrepentíos pecadores… Por respeto y por el tiempo que no nos damos ni pa’ leer –el desmadre y la diversión son primero-, seré breve, puesto que un servidor se reguardará de tanta estupidez mundana. Les deseo buena suerte. Antes, déjenme compartirles lo siguiente, sólo pa’ aligerar la arrogancia humana. Ya luego hablamos del violento mundo, de nuestro México querido.
El genial César Vallejo escribió el microcuento “Conozco a un hombre”: “Conozco a un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaron y quedó despierto para siempre”. Quizá por eso nos mantenemos despiertos. ¡Joder!
Vuelta el burro al trigo, o sea yo. El texto anónimo “El conductor borracho”, dice:
“Por un sinuoso camino y a gran velocidad, un hombre borracho conducía su carro. De repente, perdió el control del carro, se salió del trayecto y se precipitó contra una charca pestilente. Varias personas, al ver el accidente, corrieron al lugar y ayudaron a incorporarse al conductor.
No podía ocultar su borrachera y, entonces, uno de sus auxiliadores le dijo:
-Pero, ¿es que no ha leído usted el célebre tratado de Naraín Gupta extendiéndose sobre los efectos perjudiciales del alcohol?
Y el ebrio conductor, sin dejar de hipar, tartamudeó:
-Yo soy Naraín Gupta”.
Digo, mis fans, se los comparto porque en estas fechas hay que cuidarse mucho. Todo con medida. Y no se me alteren estos días, ojalá que por el resto de nuestros días. Augusto Monterroso escribió el cuento breve “El espejo que no podía dormir”:
“Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico”.
¿Alguien por ahí ha visto a mi mascota? Es un gato sin botas…
De cinismo y anexas
El antropólogo y filósofo Santiago Beruete expresó que acumulamos y acumulamos para llegar al vacío: “Es el mal de nuestra época. Enseñamos a los chicos a esforzarse para alcanzar cierto estatus y una buena vida, y ¿cuál es nuestra idea de una buena vida? Un jardín hace lo contrario: va soltando y soltando. He visto mucha riqueza acumulada y grandes vacíos emocionales. El camino de acumular no tiene fin y no lleva a ninguna parte: solo a desconectar de la realidad y de ti mismo. Los ricos tienen el gran privilegio de poder mentirse más que los demás sin que nadie les contradiga las mentiras. El jardín enseña otra vía porque, si le das demasiado, lo matas”. (elpais.com, 13-04-19).
Ahí nos vemos, pasadita la Semana Santa. ¡Gulp!