Los caricaturistas, los moneros, trabajan con el hálito espiritual de la percepción. Los moneros agregan a su trabajo intelectual un ingrediente más: el humor. La caricatura es una lectura rápida de un trabajo de muchas horas. La caricatura es una obra que da la oportunidad al lector de reír dos veces. El lector, en una ojeada, captura el hecho sin necesidad de tantas letras. La genialidad del monero radica en que la caricatura habla por sí sola. La risa del lector es el trofeo preciado del autor. En los géneros gráficos, como lo es la caricatura, se cuida que las pocas letras no digan lo obvio. La genialidad y la ignorancia siempre están presentes en una obra de arte, y una de las dos destaca. La caricatura es un trabajo intelectual, no apto para dibujantes. El monero busca el punto fino de la crítica y del humor. La caricatura no promulga la ofensa, solo comunica entre líneas un hecho. El mejor ambiente para un caricaturista es la noche. Cuando todos duermen, es posible dar alma a un trazo inerte que antes no pareciera tener sentido. El silbido del viento azotando las tejas, una taza de humeante y oloroso café, no le están mal para trabajar a un monero. La compañía de una profunda soledad, es el espacio suficiente para que el monero libere el genio. El monero puede estar sentado por horas sin moverse, con la vista mirando hacia adentro, una pluma entre los dedos y una servilleta en la mesa esperando el misterio de la tinta. El monero después de horas de quietud, en cinco minutos empieza y termina la obra ya preconcebida. La caricatura, como toda obra de arte, inunda la vida política, la vida social y cultural de pueblos enteros rompiendo barreras de tiempo y lugar. No hay monero que no sea influido por los padecimientos de su tiempo. No hay monero que desdeñe el dolor de la piel social. No hay monero que no sea sensible a los acontecimientos que lastiman al desvalido. No hay monero que no busque un foro para aportar un grano de arena buscando que los mares cambien. No hay monero burdo, insensible, déspota, o mezquino, porque entonces no sería un intelectual, sería un oportunista. El monero trabaja con líneas, con ideas, con crítica inmaculada, no con mofa. La alabanza es tan grande, y el espacio para la caricatura tan pequeño, que por eso no se llevan bien, y el monero lo sabe. Quién no conoce la genialidad de Nicanor Juanz; la magia de Helio Flores; la grandeza de Fernando Morales, Tío Corajes; la pericia de Salvador Medina; recordamos con agrado al ingenioso caricaturista huatusqueño El Chango Cabral; y que no se nos olvide Gabriel, aquel astuto caricaturista que trabajaba con el Mote de la rata vengadora; la versatilidad del Tlacuilo Marcos Cruz Morales; la exquisitez de Moraliux Rafael Morales (EPD); el gusto esquemático de Adrían García; la excelsa crítica de Alberto Morales El Gato; el talento de José Rubín, Jobín; la pluma de Guillermo Miranda. Todos ellos han inundado de su arte a los periódicos de Xalapa: Punto y Aparte, Diario de Xalapa, Gráfico de Xalapa, Revista Análisis Político, El Mundo de Xalapa, El Monitor, El Tiempo, El Tema de Hoy, Proyectos Políticos, Periódico Política, Diario AZ, El Grillo Jarocho, el bien recordado Correo de la Noche, Oye Veracruz, Formato7, Crónica, El Heraldo, La Jornada, Milenio, y tantos más. El monero cumple una función social, sin perder nunca el humor. El monero cumple una función social sin perder ese humor que tiene el sabor del pan caliente y que huele a cabañuelas. Un monero puede cambiar en diez segundos una página de la historia a través de una sonrisa. Gracias Zazil. Doy fe.