El sepulcro vacío. En este día, 21 de abril de 2019, celebramos el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, Ciclo C, como la Solemnidad más importante del Año Litúrgico en la Iglesia Católica. El relato evangélico es de San Lucas (24, 1-12) el cual inicia así: “El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”. El sepulcro vacío, aunque no es en sí una prueba directa, al ser descubierto por los discípulos, fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección de Jesús, y ha constituido para todos los creyentes un signo esencial. Es el caso de las santas mujeres, después de Pedro, y también del discípulo que Jesús amaba, el cual afirma que al entrar al sepulcro vacío y al descubrir las vendas en el suelo vio y creyó (Jn 20, 2-8). Esto supone que constató en el estado del sepulcro vacío, que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal, como había sido el caso de Lázaro (CEC 640). El anuncio de la Resurrección hubiera sido imposible en Jerusalén, si las autoridades judías y romanas hubieran conservado el cadáver de Jesús, a quien ordenaron crucificar en el Monte Calvario, y cuya rápida sepultura autorizaron a José de Arimatea. El Salmo 16 (10-11) hebreo dice: “No abandonarás mi vida al Sheol, ni dejarás a tu fiel ver la fosa. Me enseñarás el camino de la vida”.
Los mensajeros celestiales. El relato evangélico continúa: “Estando ellas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: ‘¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite’. Y ellas recordaron sus palabras”. La presencia de los dos hombres con vestidos resplandecientes, implica un momento importante de revelación y nos puede recordar la escena de la transfiguración, con Moisés y Elías al lado de Jesús. La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: Cristo resucitó de entre los muertos. Con su muerte venció a la muerte. A los muertos ha dado la vida (CEC 638).
El anuncio de las mujeres. El texto evangélico prosigue: “Cuando regresaron del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María, la madre de Santiago, y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían desvaríos y no les creían. Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se regresó a su casa, asombrado por lo sucedido”. Estas mujeres son mencionadas anteriormente en el Evangelio de Lucas (8, 2-3): “Acompañaban a Jesús los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”. Para Lucas, Jerusalén es la ciudad clave para entender el mesianismo de Jesús como el Siervo sufriente, anunciado por el profeta Isaías, y por eso les hace recordar las palabras que Jesús había dicho en Galilea, tanto a los Apóstoles como a las mujeres discípulas. Las mujeres en el judaísmo de entonces no estaban habilitadas para dar pruebas testimoniales. Sin embargo, este hecho nos da una cierta idea del compromiso y del liderazgo de las mujeres en el movimiento cristiano primitivo, como discípulas y misioneras. En la historia de la Iglesia, el protagonismo de la mujer ha sido siempre de suma importancia en las diversas instituciones como la familia, la parroquia, la escuela y la vida consagrada, especialmente en el ejercicio de las obras de misericordia en favor de los pobres y marginados.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
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