En mi anterior colaboración reflexionaba sobre la justicia y la prevalencia de ésta sobre las Leyes o viceversa, y analizaba que resulta sumamente difícil poder sostener una justa conclusión al respecto sin definir antes qué es la justicia.
Durante la presente semana hubo otra frase que me tuvo pensando muy profundamente, que hizo que me “fosforearan las meninges”, como una vez dijo Don Miguel Alemán, y es la tan repetida y tan de moda frase: “Primero los Pobres”
La frase es muy razonable y entendible respecto a las teorías de Justicia Social y de las Políticas Públicas asistencialistas que los gobiernos ponen en marcha para tratar de reducir la brecha entre pobres y ricos, partiendo de razonamientos de abatimiento de la discriminación y criminalización de la pobreza en virtud del poderío de los ricos sobre los pobres, no porque los primeros sean una mayoría en la sociedad y los pobres una minoría vulnerable como serían los discapacitados, los ancianos, los indígenas y cualquier grupo étnico vulnerable y discriminado en razón de su color, credo, preferencia sexual, imagen ( cholos, tatuados, Emos), etc. – sino por el poderío que el dinero ejerce sobre el resto de la sociedad.
Se equivoca quien piense que solo los pobres pueden sufrir discriminación pues, en este contexto, no puede aplicarse la idea de:“Pimero los Pobres” de manera literal para toda clase de situación o circunstancia, sin el riesgo de invertir los papeles para convertir a los ricos y poderosos económicamente en los nuevos discriminados y “apestados” de la sociedad, lo cual puede tener cierto sentido en el imaginario colectivo de una sociedad que se siente agraviada y sobre la que, durante años, se ha ejercido una manipulación ideológica y psicológica que le ha llevado a creer que la causa de todos sus males es el rico Neoliberal, hambreador y opresor, al que hay que destruir. Lo anterior cobra relevancia ahora que estamos viviendo en una nueva realidad donde los “oprimidos de ayer” son quienes hoy detentan el poder, al menos en las redes sociales.
La Ley solo puede hacer distinción entre “buenos” y “malos” en atención a la conducta del hombre en sociedad y no puede justificar, bajo ninguna circunstancia, acciones u omisiones en virtud de que las realice un pobre o un rico, por lo que cuando hablamos de Igualdad ante la ley, esta debe aplicarse a hombres y mujeres, intelectuales y analfabetas, a pobres y ricos y el “Primero los Pobres” debe quedar únicamente en el terreno de los discursos populistas que, en ese ámbito, suenan muy bien, pero que llevado a una interpretación literal, provocaría más injusticia que beneficios para todos.
El anterior razonamiento no tiene por finalidad reivindicar la preponderancia de los ricos sobre los pobres pues la Igualdad ante la Ley, como decía, hace obligatoria la necesidad de llevar ante los tribunales a todo aquel que cometa una acción punible, sin importar la condición social del que la realice. Así que en materia de delincuencia la sociedad esperaría el juicio de los ricos por los actos antijurídicos que cometan y también el de los pobres por la misma razón. ( así que no es justificable decir que el delincuente lo es por su condición de pobreza, y por ello se le debe perdonar).
Por todo lo anterior sería deseable que a las arengas Presidenciales que catalogan a “Fifis”, excluyéndolos del “Pueblo bueno”, sobrevenga una nueva actitud, más democrática e igualitaria, y una convocatoria a la Unidad entre todos los mexicanos, que incentive a los pobres a superarse sobre la base del estudio, el trabajo, y el esfuerzo diario, y a los ricos a respetar y valorar, estudio, trabajo y esfuerzo de la clase trabajadora, para alcanzar la convivencia armónica de la sociedad, sin caer en discriminación de ningún tipo.