*La ciencia y la medicina se ocupan del cuerpo, mientras la filosofía trata de la mente y del alma, tan necesarias para un médico como la comida y el aire. Camelot.
ENCONTRE AL SECRETARIO (ROBERTO RAMOS ALOR)
En mi cotidiano café de la mañana, donde suelo desayunar desde hace unos seis lustros, vi el escenario con buen movimiento. El mesero Pavón se multiplicaba. Al ocupar mi asiento cotidiano, en mesa de rincón, no de una cantina, en el afamado restaurante del hotel Orbe, donde se desayuna tan rico como en el Liabeny de Madrid, de la calle Salud 3, en Puerta del Sol, le vi con una mujer asistente que tomaba datos y, luego supe, su secretario particular, Jorge Toledo Martínez. Al pagar la cuenta y caminar hacia mi mesa le abordé, después de rigurosa presentación, para que supiera que quien le abordaba escribía en algún diario o portal, platicamos. Era el doctor Roberto Ramos Alor, con su calva a la Kojack y su barba de candado, con su bata corta de médico y el nombre al pecho, para que no se olvide que es doctor, antes que nada. Un tipo sencillo. Platicamos de la casi pandemia que se dio en estos días, cuando unos niños se intoxicaron y me dijo que, unos cuatro o cinco, por poco se les mueren. Fue una verdadera emergencia médica que rebasaba todos los estándares de atención, pero él llegó temprano, en cuanto supo de eso y ahí durmió como pudo y se quedó un par de días más, hasta que la emergencia salió del infierno. Es de los pocos secretarios que le cumplen a Veracruz, aunque carga en su mochila el haber corrido a tantos trabajadores buenos. En la plática abogué por ellos, le dije que no todos eran aviadores, aunque había muchos, y que había gente muy competente que ganaba sus modestos 7 mil pesos al mes y habían dejado a esos hogares sin ingresos, tú eres humano, Roberto, ayúdalos. Entre los programas federales y esas cosas de la austeridad republicana, o pobreza franciscana de aquel, a Veracruz le pegó fuertísimo y nadie metió las manos. Se doblegaron ante la Federación, como en la antigüedad. Me dijo con sinceridad que él en Coatzacoalcos, de donde viene, también amigos suyos de la medicina se habían quedado sin empleos. Este médico del sur del estado, venido de director del hospital regional Valentín Gómez Farías, muy cercano a la Rocío Nahle, o sea que tiene palanca con dios y el olimpo de los dioses, anda ahora mismo rumbo a Zongolica. Venía emocionado del programa de Parteras Naturales, con quienes platicó una noche anterior, que eso es una chingonería y en estas zonas indígenas son eficientes y atinadas y no se les muere ninguna madre ni el hijo recién nacido. Cultura y oficio o profesión que data desde siglos; cuando aún ni llegaba la Conquista a México nuestras parteras eran de lo mejor. Platicamos un rato, el secretario anda en lo suyo, va a habilitar la mayoría de clínicas para que los hospitales no sufran la carga que se les da. Nos despedimos, sabedores ambos de que se iba a la sierra de nuevo, a cerrar ese capítulo de los niños indígenas intoxicados que, afortunadamente, ninguno falleció. Me comentó que hubo gente que le criticó venir a la zona a la emergencia, y quedarse en el horrible escritorio jalapeño, le comenté que fue lo mejor que pudo hacer, no solo vino, se quedó a dormir entre ellos y estar pendiente de todo. Nos despedimos y ahí se rompió una taza y cada quien para su chamba.
EL ATENTADO AL PERIODISTA (DE MAULEON)
No resultó un atentado al periodista Héctor de Mauleón. Un escritor critico de este sistema y de las cosas de la inseguridad. En todos los noticieros dieron el porqué y el cuándo. Sucede que intentaron robar el auto a su chófer-escolta en la colonia Condesa, ahora alcaldía, y este se defendió y aniquiló a uno y terminó hiriendo al otro. Cuando es contra un periodista, los faroles se prenden. Todas las alertas se encienden. Héctor estaba dentro, comiendo, según explicó. La solidaridad en las redes eran constantes. Todos le apoyábamos. Conserva una gente de seguridad pagada por él mismo. Los mecanismos de protección del gobierno federal no lo han apoyado, pese a que ha sufrido amenazas externas desde el sexenio pasado. Ahora la libró, pero pudo haber entrado en esa numeralia de la muerte, porque estos asaltantes van dispuestos a todo: morir o matar. Esa Ciudad de México está regresando a los tiempos que la delincuencia se había apoderado de ella, en tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas, aunque no era tan violenta los secuestros exprés estaban a la orden del día. El buen Cuauhtémoc solo decía: No estoy enterado. Quien esto escribe sufrió un secuestro exprés en aquellos años, tema que ya platiqué algunas veces. Ahora la Claudia, de apellido impronunciable, debe andar diciendo como su patrón: Yo tengo otros datos. Los robos a vehículos y asaltos a transeúntes se dan porque hay impunidad. No detienen a nadie, y si los detienen los jueces (para eso están) los liberan rapidito, no se sabe si por miedo de amenazas o por un billete. El asunto es que la ciudad de la nube gris es insoportable, peligrosísima, insegura, en cada paso que das no sabes si te asaltan o lastiman. Lástima, creo que Marcelo Ebrard, cuando fue jefe de gobierno, la dejó más o menos por ahí bien, llegó Mancera y vivió su vida loca y ahora Claudia, de apellido impronunciable, pues nomás no sabe qué hacer.
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