La expresión de origen náhuatl “tianquiz (ti) mercado”, una palabra que afortunadamente se ha arraigado en el vocabulario de la gente y que existe desde la época prehispánica.
En gran parte de las ciudades un día a la semana los artesanos y vendedores se instalan en alguna colonia a lo largo de una calle, con el paso del tiempo se vuelve una tradición, una costumbre que los habitantes de esa zona, se acerquen un día a la semana a comprar de los variados puestos ahí se encuentra una aglomeración de diminutas cabezas rojas, otras totalmente blancas y junto a ellas unos grandes y alargados chiles verdes para hacer una salsa o como dicen las señoras un “recaudo” y por si algo le faltara, en otro puesto van asomando los dientes los ajos, uno más allá espera que las señoras con sus morrales y carritos del mandado que circulan por el largo pasillo vean como se encuentran las legumbres, tan frescas como una lechuga, casi confundiéndose con las acelgas, espinacas, y como si les salieran muchos ojitos a las verduras están los rollos de rabanitos, ya es hora de consentirse y saborear una rica agua fresca, de los grandes peroles con horchata, Jamaica, naranja y otros sabores, con el vaso de agua en mano hay que hacer una parada en alguno de los puestos de comida para saborear las gorditas de maíz azul rellenas de borona de chicharrón, -se me hace agua la boca-, como se dice coloquialmente. Una vez que cumplimos nuestro antojo, es tiempo de proseguir para comprar la fruta, en donde uno entra en la disyuntiva de cual comprar y llevarse a casa, ante toda una rica variedad de enormes sandias que llevan los colores de nuestra bandera, nos ofrecen una prueba y después otra de piña, un poco más adelante una de durazno, ahí, también proliferan los olores de las flores, uno queda convidado a regresar a comprar en posteriores ocasiones, no solo debido a la gran variedad y el bajo costo que muchos de ellos se compran a los productores que los traen directamente del campo eliminando algunos intermediarios, también el trato directo con la gente que hace un esfuerzo para vender, afortunadamente los recorridos son amenos, familiares, sin embargo es notoria la falta de vigilancia policiaca, uno no sabe si detrás de un agricultor se encuentre la tristeza por tener que darle parte de su escasa ganancia a un extorsionador, y como es sabido de repente también se presentan algunos inconcientes que ofrecen animales a la venta que por su naturaleza no pueden ni deben vivir en cautiverio, me tocó ver en pequeñas bolsas a las que les hace uno agujeros diminutos para que apenas respiren a los cardenales, esos hermosos pájaros rojos con una expresión de tristeza, los azulejos que inquietos buscaban inútilmente la forma de liberarse y otras aves exóticas a la vista de todos, sin que autoridad alguna haga algo por prohibir la venta.
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Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes A.C.