EL CICLO NARRATIVO DE CHIAPAS. (III)

De todos los escritores que integran “El ciclo narrativo de Chiapas”, Eraclio Zepeda, tal vez, sea uno de los nombres más conocidos y queridos por la sociedad mexicana, su figura y actuar van más allá del mundo de las letras, fue un guerrillero, comunista, político activo, critico, personaje cercanísimo al mundo indígena, defendió como soldado la soberanía de la República de Cuba contra la intervención estadounidense, fungió como maestro en Cuba, Chiapas, Veracruz, y fue precisamente la Universidad Veracruzana la Institución que le publicó su primer libro de cuentos titulado: “Benzulul”.

En esta colección que data de 1959, nos encontramos con los cuentos: “Benzulul, El Caguamo, Viento, El mundo, Quien dice verdad, La cañada del Principio, Patrocinio Tipá, No se asombre, sargento.” En todos los cuentos Eraclio Zepeda es quien cuenta directamente las historias, y en diversos momentos les otorga la voz a sus personajes, los cuentos están relacionados con el mundo indígena, en ellos conocemos el sentir, forma de pensar, como abordan los temas de la vida, la muerte, el amor, la pobreza, el honor, en tan pequeñas historias nos acercamos a una gran variedad de planteamientos que nos adentran a la cultura chiapaneca y concretamente al indigenismo.

En el cuento Benzulul, el protagonista central se llama Juan Rodríguez Benzulul, este personaje nos va narrando historias, costumbres, asesinatos, pobrezas, violencias, regiones, ejemplo de ello es al contarnos lo rutinario de su vida:

La misma caminata. Siempre el mismo rumbo. De Tenejapa al aserradero, del aserradero para Tenejapa. Las mismas señas. Los mismos pinos. En este árbol colgaron al Martín Tzotzoc para que no le fuera a comer el ansia, y empezara a contar cómo fue que los Salvatierra se robaron aquel torote grande, semental fino, propiedad del ejido. Este árbol, si, este mismo, fue el final de Martín Tzotzoc.”

Juan Rodríguez Benzulul afirmaba que el que nacía teniendo buen nombre, es decir, el que no es un indio de nacimiento tenía todas las posibilidades de vivir bien, e incluso el de buen nombre podía robar, asesinar, llevarse a cualquier mujer, emborracharse libremente, ser respetado y temido, pero, él que no tenía un buen nombre vivía en la incertidumbre, en la miseria, temiéndole a Encarnación Salvatierra, porque éste nació con buen nombre y a él le estaba permitido hacer todo lo que quisiera, aunque fueran cosas negativas nadie podría ir contra Encarnación Salvatierra:

Y desde siempre ha sido así. El que tiene buen nombre de ladino, nombre de razón, ese tá seguro. Ese hace lo que quiere y siempre tá contento. Pero eso de llamarse Benzulul, o Tzotzoc, o Chejel tá jodido. Aquí lo veo mi cara retratada en el agua. Sé que soy de por estos lados. Todo lo dice: el sombrero, la faja, la facha. Pero si yo dijera: AQUÍ TA ENCARNACIÓN SALVATIERRA, todos me vendrían a saludar, y ya no se están fijando si vengo a pie, o vengo montado, o si tengo escopeta, o si mato. Nada. Pero si digo: AQUÍ TA JUAN RODRIGUEZ BENZULUL, la cosa se empieza a descomponer. No falta quien me dé una jaloneada, o tal vez me den una patada, o me metan a la cárcel o de plano me dejen colgado como al Martin, con la semilla hediendo y lleno del mosquero verde.”

Por toda esta realidad descrita, Benzulul buscará robarle el nombre a Encarnación Salvatierra, creía que, cambiando de nombre, de identidad, eliminando sus orígenes e idiosincrasia, iba a poder tener una vida propia, poseer derechos o beneficios que sólo ejercía Encarnación Salvatierra por el origen de su nacimiento: “El Encarnación Salvatierra tá seguro. lo tiene su nombre, brilloso como una luciérnaga. Hace maldá y es respetado. Mata gente y nadie lo agarra. Roba muchacha y no lo corretean. Toma trago, echa bala y nomás se ríen y todos se contentan.

Hasta aquí encontramos a un Benzulul inconforme, critico contra la realidad que le toca vivir, quiere cambiarla o usurparla, posiblemente la forma no es la ideal, pero el sólo hecho de intentar pensar y juzgar la realidad es el primer paso para modificarla, cuando se hace pasar por Encarnación Salvatierra, a Benzulul le cortarán la lengua, sin embargo, su posición crítica ya no se detendrá, y no olvidemos que la crítica es el verdadero motor del cambio, verdad es que  este cambio tarda en llegar, en concretarse, empero, tarde o temprano si nos mantenemos firmes algo sucede, algo se transforma, ese es el legado de Benzulul.

Todos los personajes que aparecen en estos cuentos sus finales son trágicos, las historias no son diferentes a la de los personajes que aparecen en las grandes novelas de la literatura universal, sólo que su forma de pensar y expresarse es la de un indígena, ejemplo de ello es cuando conocemos la historia de Primitivo Barragán conocido como “El Caguamo”, de manera personal me hizo recordar a Pascual Duarte, personaje de Camilo José Cela, ambos representan ser dos hombres buenos, trabajadores, quienes buscaron toda su vida vivir en paz, junto a su mujer amada, pero siempre una circunstancia involuntaria los orilló a defenderse y meterse en problemas, el mundo complicado y marrullero en que vivieron les hizo infelices sus vidas, la diferencia es que Pascual Duarte nos cuenta su historia desde una lengua mundialmente reconocida, civilizada, con reflexiones determinadas por una educación universalizada y “El Caguamo” desde su sencillez verbal y limitaciones del pensamiento nos narra su vida:

“–Honrado soy y quero seguir así. Hombre de ley fui yo, y no quero condenarme más. Nunca quise desgraciar cristianos. Me han buscado y tuve que romperlos pa que me dejaran. No quero que me sigan buscando. Soy gente de orden. Déjenme aquí tranquilo. Pronto va a parir la Eugenia, cuestión de que se tapisque la cosecha y quero que mi hijo nazca bueno, que no le digan que seguí matando. –Esto dijo Primitivo al hombre que llegó a su rancho a levantar a los muertos ese mismo día. Nadie creyó sus palabras en Jitotol. Todos escupieron su nombre. Dijeron que era un maldito y, para acabarla, un desgraciado mosca muerta. Un desvergonzado es el Caguamo.”

De enorme valor es que Eraclio Zepeda les ceda la voz a otras formas de pensar y expresarse, sin duda es un derecho que merece esa otra realidad que allí está, y nunca debemos olvidar y mucho menos ocultar.

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