El implacable tiempo pasa: después de casi treinta años, Ray Loriga (Madrid, 1967), autor de dos novelas de culto de los años 90 del siglo pasado: Lo peor de todo (1992) y Héroes(1993), sigue pareciendo un personaje extraído del cosmos de Jack Kerouac. Imposible olvidar Tokio ya no nos quiere (1999) o Trífero (2000/2014). Silencio y altibajos durante un periodo de expectativas, hasta 2017 cuando gana el Premio Alfaguara de Novela con Rendición y vuelve a ocupar la posición de siempre: narrador imprescindible dentro del panorama de la literatura en
lengua española.
Sábado, domingo (Alfaguara, 2019), nueva novela de Ray Loriga: dos jornadas, sábado y domingo, fraccionadas por los lances irremisibles de las rondas. Protagonista adolescente, dependiente de los caprichos de un amigo y la participación en una lidia sexual con una desconocida que termina en desastre. La culpa, la vacilación y el abatimiento lo acosan hasta el encuentro, 25 años después, con la mujer de aquel aciago episodio. Elucidaciones de una voz narradora juvenil que remiten a los primeros libros del madrileño.
El dato: La idea de su reciente libro surgió hace 10 años, pero el escritor español empezó a trabajarla antes de concluir Rendición.
“Sábado, domingo es un relato a dos voces. Redención del habla adolescente que me vi
obligado a rescatar. Tuve que probarme la ropa de esa talla, lo intenté: encontré la pronunciación; entonces, seguí escribiendo más tranquilo. Gradación discursiva contrapuesta a la que abordo en Rendición. Quizás, un reto conmigo mismo y sí, vuelta al Ray Loriga de los años 90”, apuntó en entrevista con La Razón, el también guionista de cine, colaborador de Pedro Almodóvar y Carlos Saura.
¿Abordaje brioso de la primera persona narrativa? La parte inicial de la novela así lo exigía, de ahí esa pujanza del narrador desde las encrucijadas del yo.
¿Novela de formación, de aprendizaje: lo que los alemanes llaman un Bildungsroman? Está en esa línea. El lector es testigo de la transición de la niñez a la vida adulta del protagonista, en ese sentido es una novela de aprendizaje.
¿Protagonista sin criterio propio, dependiente de los actos del opulento y chocante amigo? Su comportamiento es lamentable. Inteligente y estudiante brillante, pero fracasado socialmente. Sigue la ruta de Chino, el compañero de escuela, quizás por somnolencia ética. Asume el papel de compinche en una relación donde la palabra decisiva es del amigo. El tiempo le avisa que él es responsable de sus actos.
En Rendición la coloración es sosegada: tono que hace referencia a Haydn; aquí la prosa es cercana al jazz… Estoy de acuerdo. Digamos que es una prosa en los terrenos del bebop: Gillespie, Parker, Monk con guiños a Miles Davis y Coltrane.
¿Exploración de los entresijos de la culpa embozados en la melancolía? El protagonista está acechado por la culpa porque ha sido incapaz de enfrentar el incidente fatídico. El encuentro con la camarera, años después, lo traslada al pasado y ahí se da cuenta del tamaño de su culpabilidad.
En sus novelas la culpa es un elemento recurrente… Engrandecemos a veces nuestros actos porque nos pensamos culpables. La culpa, más allá del judeocristianismo y sus corolarios éticos, me interesa porque es un asunto inherente a los actos humanos. Cuando erramos y perjudicamos al otro, nos queda siempre una sensación extraña. Todos tenemos evocaciones sombrías, quizá inconfesables. El teatro griego abordó reiteradamente el tema.
Madrid, verano de 1988
Por Ray Loriga
Lo que sucedió ese día nunca lo hablé con nadie, ni con Chino, que lo vivió conmigo. Ni siquiera con Virginia, que es mi prima preferida. Y si he de ser sincero, creo que no pensé mucho en ello, hasta hoy.
Chino y yo no éramos amigos de la infancia ni nada parecido, apenas llevábamos un año juntos cuando conocimos a la camarera, y en cualquier caso no era mucho de hablar Chino, era más bien de hacer cosas, con lo cual no resultaba muy fácil ser su amigo íntimo. Ni siquiera sé si había algo remotamente íntimo en él; era más bien un tipo de puertas afuera, enredado en una multitud de tareas a las que se entregaba con gran entusiasmo.