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La Jornada / Merry MacMasters

Para su itinerancia en la Ciudad de México, la gran exposición Rodrigo Moya. México, organizada por el poblano Museo Amparo, en colaboración con el Centro de la Imagen (CI), se dividió en dos. En el CI, con el título Rodrigo Moya México/Periferias, se concentraron tres conjuntos de fotografías: Ciudad/periferia, Campo yConmoción social, mientras en el Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA) recibirá el apartado Escenas.

La muestra en el CI fue inaugurada el 23 de mayo y la del MPBA (en las salas Paul Westheim y Justino Fernández) se abrirá al público el viernes 31 de mayo. La curadora es Laura González-Flores. Mientras el Museo Amparo exhibió 200 impresiones originales de plata gelatina y material documental, entre los dos recintos de la Ciudad de México suman 228 piezas.

Ambas exposiciones evocan el país que Moya retrató entre 1955 y 1968 como fotorreportero de diferentes publicaciones, como las revistas ilustradas Impacto, Siempre, Hoy, Mañana y Sucesos para todos. No es el México oficial, sino el país en toda su complejidad. De acuerdo con González-Flores, el fotógrafo tiene la capacidad de sacar lo contrastante de la realidad. Detrás de lo que se ve siempre hay algo más crítico.

México/Escenas, con 117 piezas alusivas al teatro, el cine y la danza, es una de las facetas poco exploradas del fotógrafo mexicano. El público local está acostumbrado a ver las fotos tomadas por Moya en Cuba después de la revolución, de los movimientos sociales o las guerrillas. El expositor, sin embargo, cuenta con un archivo fotográfico de alrededor de 35 mil negativos y muchos dispositivos sin investigar todavía, que él y su esposa, la diseñadora gráfica Susan Flaherty, se encargan de organizar con sus propios medios.

Las muestras contienen muchas imágenes inéditas, incluso Moya sostiene que la mayor parte de su archivo lo es. La catalogación no tiene fin porque descubro fotos que deben estar en otro apartado, ya que está por temas, entonces tengo que cambiar muchas cosas. Siempre tiene en mente a los investigadores, estudiantes y colegas, para que cuando acudan lo vean con facilidad y pueden encontrar los temas que les interesan.
A Moya le gusta tener voz, voto y veto a la hora de curar una exposición suya. Mientras “en Estados Unidos los fotógrafos pueden discutir su imagen, aquí no pasa igual. Cuando trabajaba en la revista Sucesos, para todo imponía mucho mis opiniones”.

Ilustra la invitación al recorrido de prensa de México/Escenas un autorretrato de Moya, cuya imagen quedó atrapada en un juego de espejos en casa del cómico Mario Moreno Cantinflas cuando fotografiaba en 1966 a la modelo y actriz Bárbara Angely.

Moya se considera un fotógrafo humanista, porque siempre mi trabajo palpita mucho con las personas. Me gusta hablar con ellas, meterme a sus medios de vida. Hay fotos tomadas al paso, relámpagos; sin embargo, por lo general, cuando me metía a las vecindades, al campo, compartía con la gente de trabajo. Como estudié mucha historia y era militante socialista, tenía un punto de vista muy personal sobre estas personas que fotografiaba.

A Moya le llama la atención el interés que el público, en especial los jóvenes, ha mostrado hacia su obra: En mi vida nunca me ocupé de promoverme, por eso me sorprende mucho que gusten tanto mis fotos.