Apenas me vengo enterando que el 31 de mayo es la fecha en la que se conmemora el Día Mundial sin Tabaco… Mmm, no dejan de sorprenderme este tipo de efemérides aparentemente sin mayor trascendencia. Y es que, ¡caray!, cómo ha cambiado el mundo y cómo han cambiado en lo particular algunas aficiones o hábitos que, hasta no hace muchos años, dominaron el universo de gustos y preferencias de cientos de millones de humanos.
Es el caso del tabaco, a través de las diferentes presentaciones en las que lo consumía masivamente la gente en el mundo. Léase, cigarrillos con o sin filtro, picado para pipas o para la forja individual, para ser masticado, en habanos puros o en pipa de agua (hookah). Simplemente las marcas más conocidas o de mayor penetración mundial patrocinaban los principales y más populares eventos deportivos como el automovilismo de competencia en sus diferentes modalidades, poniendo por delante a la categoría reina, la Fórmula 1. Marlboro, Gitanes, Benson & Hedges, Rothmans, Winston, Lucky Strike, Pall Mall, John Player Special, Dunhill y Camel, por mencionar las más conocidas estaban presentes. Haciendo un paréntesis, el que escribe fumó tabacos de casi todas esas marcas.
Pero, a raíz de que se descubrieron en el tabaco una serie de sustancias nocivas causantes, entre otras enfermedades, de diferentes tipos de cáncer, su participación en campañas publicitarias fue disminuyendo producto, principalmente, de restricciones impuestas por autoridades de salud a nivel mundial y por la obligación que se les impuso a las empresas tabacaleras para que agregaran a las diferentes presentaciones en que se comercializa la leyenda de que el tabaco causa cáncer, más imágenes, bastante crudas por cierto, de aparatos respiratorios afectados por su consumo.
Y a todas estas advertencias hubo que agregar las restricciones para fumar en espacios cerrados, oficinas públicas y privadas e, incluso, en centros de espectáculos masivos abiertos como estadios. Total, el consumo del tabaco en todo el planeta ha ido a la baja en los últimos 20 años cuando menos, pero todavía se mueve y resiste a morir.
Tiene muchos años que no pruebo un cigarro. Alguna vez hasta masticarlo intenté, siguiendo la afición entre los beisbolistas, pero no hay nada más desagradable que el tabaco masticado, horrible. Igual fume pipa y, por supuesto, me he fumado cualquier cantidad de habanos –tengo hasta libros de puros-. Pero, lo que son las cosas, nunca adquirí el vicio del tabaco. Nunca me fue difícil prescindir de él, con la misma facilidad con la que fumaba, con esa misma facilidad lo dejaba.
Aún recuerdo la primera vez que fumé o al menos intenté fumar un cigarro. Tendría unos 10 años, en alguna feria en mi pueblo me saqué como “premio” una cajetilla de ‘Tigres’. Eran sin filtro, se los regalé a un hermano que, materialmente, muchos años después sucumbió mortalmente por el consumo excesivo de tabaco. Se los regalé, pero antes me las ingenié para robarle un cigarro. Después, ya en secundaria consumí cigarrillos como casi todos los adolescentes, era como un desafío al estatus quo, se fumaba a pasto. El gran escondite para hacerlo a hurtadillas y lejos de la mirada de los padres eran los cines, su oscuridad y aparente clandestinidad eran la mejor aliada.
Era tal la exagerada proclividad por fumar que había en los muchachos en aquellos años que recuerdo cómo, en el colmo de la inconsciencia, haber visto fumar a muchos de mis contemporáneos hasta dos cigarros a la vez, uno en cada mano, nuevamente al amparo de la oscuridad del cine y en el abuso de una libertad mal entendida mezclada con la típica rebeldía sin causa de muchos jóvenes que no sabíamos –me incluyo- nada de la vida, pero ya nos sentíamos muy chingones.
Celebremos por ello y con júbilo el Día mundial sin tabaco, y ojalá cada día sean menos las personas que caigan en las garras de tan nocivo producto. Lo que son las cosas, el tabaco en cualquiera de sus presentaciones se me ha hecho detestable, espero nunca más volver a fumar un solo cigarro en lo que me queda de vida.
@marcogonzalezga