Removiendo recuerdos del pasado en materia beisbolera, se me vinieron a la cabeza muchos flashazos de aquellos memorables años en los que Chara Mansur Julián enriqueció el panorama de la pelota caliente en la década de los 70. No exagero si califico al gran Chara como un revolucionario del espectáculo beisbolero mexicano. Le imprimió otra dinámica a la pelota que se jugaba en la Liga Mexicana de Béisbol clase triple A en aquellos años. Mansur hizo historia con escandalosas contrataciones, y lo repito para que lo lea bien, escandalosas contrataciones, muchas de ellas de primer nivel: Juan Pizarro, Silvano Quezada, Osie Chavaría, Chucho Arnaiz, Vic Davalillo, Ramón Arano, José ‘Peluche’ Peña, Vicente ‘Huevo’ Romo, Manny Álvarez, Rafael Batista, Winston Llenas y Rico Carty, y es precisamente con este último con el que me quiero detener. Rico venía de ser una auténtica estrella en el mejor béisbol del mundo. Llegó a Córdoba en plena madurez como pelotero, había pasado por una época de lesiones y una aflicción orgánica de la que se dijo fue tuberculosis. Como quiera y a pesar de todo, venía de ser campeón de bateo de la Nacional con Atlanta en el 70, con un impresionante .366, nada más. Los que lo vimos jugar recordaremos que tenía un físico impresionante y un poderoso swing de bateo. En Cafeteros se le utilizó fundamentalmente como 1ª base, pero también llegó a cubrir el bosque izquierdo, y en esta posición era un espectáculo verlo fildear. A ver si me explico. Hasta antes de Carty, los jardineros al atacar o esperar un elevado lo hacían, con el fin de asegurar el fildeo, con los dos brazos extendidos y con mucha anticipación a que se desplomara el elevado, pero Rico impuso otro estilo. Lo hacía con el guante abajo, cazando –calculando- la pelota a la distancia solo con la mirada y, ya que se aproximaba a él, entonces y solo hasta en ese entonces levantaba el brazo en un movimiento elegante para esperar suavemente que la de nudillos se depositara en la manopla, utilizando para ello una sola mano. Era entonces cuando degollaba la esférica con mucha frialdad y maestría. Había que verlo con qué elegancia cubría el jardín, guardadas las proporciones, verlo marabarear la pelota me recordaba a como lo hacía Willy Mays con los Gigantes de San Francisco. Otro día comentaremos de las virtudes bateadoras del dominicano y como el poderoso imán de taquilla que fue con los Cafeteros. Lo publica Marco Aurelio González Gama, directivo de «Crónica del Poder».