Franz Kafka, autor de La metamorfosis, murió el 3 de junio de 1924, en Kierling, Klosterneuburg, Austria.
En torno a Kafka sobran palabras, pero aún así nunca parecen suficientes. A rasgos generales se suelen tener claros tres aspectos del escritor: que era judío, que escribió una historia sobre un insecto y que tuvo ciertas dificultades familiares.
Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883, una ciudad que hoy le rinde homenaje de las formas más variadas: con postales, camisetas, tazas e incluso con esculturas. Sin embargo, a pesar de que el autor hizo de la capital de la República Checa un fenómeno mundial, este no siempre tuvo buenas palabras para ella. Se dividía entre el amor y el odio, entre la admiración a las imponentes catedrales y la depresión por vivir rodeado de sombrías edificaciones.
Franz fue el mayor de seis hermanos y, aunque sus progenitores esperaban que en un futuro se encargara del negocio familiar, este tenía otros planes bien diferentes. Quería un futuro que no pasaba por trabajar como vendedor de puerta en puerta ni como empleado de una mercería, sino en las letras y la imaginación
Esto provocó que Kafka, en ocasiones, se sintiera encerrado en un caparazón, incomprendido por aquellos que le rodean y que lo contemplan como un bicho raro, algo de lo que dejó constancia en La metamorfosis (1915).
A mediados de agosto de 1917, Kafka se despertó en mitad de la noche vomitando sangre. Era el inicio de la que acabaría siendo su peor pesadilla: la tuberculosis, una enfermedad bastante extendida que por aquel entonces era prácticamente incurable.