Patricia Elisa Molina Prior, egresada de la Maestría en Farmacia Clínica de la Universidad Veracruzana (UV), destacó que este posgrado le ha brindado las herramientas necesarias para empoderarse y optimizar su función como encargada del Departamento de Farmacia del Centro de Alta Especialidad (CAE) “Dr. Rafael Lucio”.
Ser la mayor de todos los alumnos de la maestría, la cual concluyó en enero de 2016, nunca representó un obstáculo; por el contrario, le permitió conocer colegas que le abrieron todo un abanico de conocimientos y nuevas ideas.
Recuerda que en 1979 concluyó la carrera de Química Farmacéutica Biológica (QFB) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero por diversas razones le había sido imposible cursar un posgrado.
Con 40 años de experiencia profesional, comentó que ahora logra con mayor facilidad tomar juicios sobre su actividad laboral y sentirse satisfecha y empoderada.
Reconoció el apoyo de sus profesores del posgrado para conocer paso a paso cada aspecto de la metodología de investigación, y demostrarle la importancia de seguir preparándose a fin de brindar un mayor beneficio a los pacientes.
De hecho, una parte de sus compañeros de trabajo también egresó de este programa educativo (PE), y este año siete más se titularán.
“Esto reforzará totalmente al hospital, los beneficios que vemos en los pacientes son inmensos porque con mayor facilidad detectamos algunas áreas de oportunidad donde podemos incidir tanto en la economía como en la seguridad del paciente, es lo más importante para que sigamos siendo punta de lanza.”
Narró que su proyecto de estudio se basó en la “implementación de la unidad de farmacovigilancia y su evaluación”, pues cuando ingresó al CAE, tras laborar 10 años en la industria farmacéutica, se desenvolvió en el Área de Laboratorio Clínico y posteriormente en el Departamento de Farmacia, donde empezó a involucrarse con los medicamentos.
Incluso, Abraham Soto Cid, impulsor del posgrado, académico de la UV y pionero de la farmacovigilancia a nivel nacional, fue quien la motivó para iniciar el proyecto de farmacia hospitalaria.
Molina Prior considera que, gracias a los logros alcanzados dentro de este programa, el CAE se ha convertido en punto de referencia para otros hospitales públicos del estado de Veracruz que continuamente envían personal de visita para conocer los procedimientos que llevan a cabo.
“Gracias al apoyo de la UV, el CAE ha sido reconocido a nivel nacional, somos de los pocos hospitales que tenemos farmacéuticos completos y con mucho tiempo de manejar la unidad y el comité de farmacovigilancia.”
Lo anterior también ha implicado cambiar los protocolos de tratamiento para evitar algún daño al paciente relacionado con la ingesta de medicamentos.
En este sentido, habló sobre la situación ocurrida hace seis años, cuando se descubrió que el tratamiento antituberculoso era suministrado junto con omeprazol para evitar gastritis, lo cual ocasionó en al menos seis pacientes el síndrome de Stevens Johnson.
Se trata de un problema en el que aparecen ámpulas y en algunos casos llega a ser tan grave que el paciente debe ser trasladado al área de quemados debido a que se cae la piel, se infecta y hasta puede ocasionar ceguera.
Para revertir los efectos de ese medicamento se emplean otros como las inmunoglobulinas y antibióticos que generan un alto costo a los hospitales. También interviene todo un equipo de médicos y enfermeras para tratar el síndrome.
Por tanto, con el apoyo de epidemiólogos e infectólogos lo que se hizo fue sustituir el omeprazol por ranitidina, un fármaco antiulceroso.
Explicó que este problema se presenta debido a los excipientes de los medicamentos, que es una sustancia inactiva usada para incorporar el principio activo.
Es así que en la unidad de farmacovigilancia se cuenta con un programa de rondas durante el día, en las áreas de medicina interna, traumatología, ginecología y obstetricia, cirugía, urgencias y pediatría, con el fin de revisar cada uno de los expedientes y medicamentos de los pacientes.
En caso de detectar alguna complicación se recurre a fuentes científicas, libros y bases de datos internacionales, para determinar qué fármaco ocasiona la reacción adversa.
Asimismo, el CAE tiene un servicio de información de medicamentos fundado en 2009, a la par con la unidad de farmacovigilancia.
Puntualizó que en el área de farmacia hospitalaria todos los farmacéuticos realizan la labor de farmacovigilancia, que consiste en revisar los expedientes para hallar reacciones adversas, mismas que muchas veces son detectadas a través de resultados de laboratorio y datos clínicos.
Una química es la responsable de esa unidad en la que colaboran alumnos de servicio social y prácticas profesionales.
Hoy en día, un total de 47 farmacéuticos egresados de la UV están inmersos en el programa, así como universitarios de la Facultad de Química Farmacéutica Biológica (QFB) que cursan la experiencia educativa (EE) Farmacia Comunitaria y Hospitalaria. Generalmente, por semestre se tiene un promedio de 45 a 50 alumnos.
Desde hace 10 años, en el CAE se han terminado de formar cerca de 750 estudiantes, y un promedio de 200 QFB han logrado ubicarse en áreas de farmacia hospitalaria de nosocomios de prestigio de la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara y Querétaro.
Por: Claudia Peralta Vázquez