Uriel Flores Aguayo

 

En intenciones, supongo buenas, en algunos aspectos y en el papel vivimos tiempos de cambios. Todavía hay mucho tramo temporal para ver lo que se pretende y que debe ser mucho mejor si tomamos en cuenta el referente de desastre del pasado inmediato y los aires renovadores de quienes dirigen u operan las líneas de los cambios. Hay la inédita y extraordinaria oportunidad de observar y aprender del ejercicio de cambios en los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal; es obvio que cada uno de ellos tiene sus alcances y particularidades. Tan solo hay que ver las trayectorias y perfiles tan distintos de quienes son la cabeza de esos poderes ejecutivos. Por oferta política y anhelo social se instala una raya divisoria entre el antes y el ahora; venimos de rezagos, escándalos, degradación y frivolidad de la clase política, la ciudadanía votó por lo que resulte distinto y eso espera. Es, por tanto, relativamente fácil darse cuenta si es que están ocurriendo cambios ya sea de fondo o simbólicos.

 

Tanto en personas como en señales ya hay muchos cambios, digamos que hasta inerciales  sin obviar el impulso de los líderes del proyecto de transformaciones. Por tiempo, más que razonable, es poco lo que se puede ver. Habrá algunos esbozos y muchos detalles en los que se muestren cosas nuevas por el momento. Ya se verá en un plazo de mediano plazo la profundidad de los cambios. Por nuestro bien como nación, país y sociedad deben llevarse a cabo transformaciones de fondo en desarrollo, economía y democracia. Aquí lo de menos son los partidos, asumiendo su papel indispensable, más bien hay que fortalecer a la ciudadanía y generar un sistema de derechos y justicia.

 

En tanto avanzan algunas modificaciones de forma y se instala un modo honesto y austero de gobernar, cuya consolidación llevará algo de tiempo y no estará exento de bajas y tropiezos, se debe ser muy consciente del significado de los problemas estructurales. Los de esas características están más allá de las coyunturas y sus soluciones requieren planeación, estrategia, talento y tiempo. Estamos hablando del modelo económico, de la desigualdad social, del nivel democrático, de la relación con los Estados Unidos, de la violencia de la delincuencia organizada, entre otros problemas del tipo estructural. Los asuntos de ese tamaño naturalmente requieren las mejores condiciones de tiempo y visión; un error de cálculo o alguna medida imprecisa puede ser catastrófica para México. En ese sentido se debe ir con mucho cuidado, como hasta ahora se ha venido procediendo. Es indispensable crear conciencia popular sobre esta situación para eludir presiones mal entendidas.

 

Con los nuevos Gobiernos se observan también dudas fuertes y algunas contradicciones. Siendo natural que confluyan en el proyecto triunfador las más variadas expresiones políticas sin filtros razonables se crea un río revuelto proclive al oportunismo. Sin formación la victoria electoral puede llevarlos al triunfalismo, la soberbia y, peor aún, al patrimonialismo nepotista. Llegar al gobierno implica una gran responsabilidad, incluso de alcance histórico si lo que se pretende es marcar radicales diferencias. No basta para creerse distintos ostentar un cargo o colgarse de un líder como AMLO. Es un enorme error pretender que se es superior por que si o qué se está descubriendo el hilo negro. Necesitan demostrar que son mejores con hechos y a través del tiempo. Veremos.

 

Recadito: un ejemplo de la reiteración de las viejas prácticas políticas es el abuso de poder, como ocurre en algunas áreas del Gobierno Estatal.

 

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