Conocí a Ernesto Aguilar Yarmuch de la manera más extraña, nos topamos en un súper mercado y sin querer intercambiamos recomendaciones de productos gourmets, a partir de ahí he logrado “edificar” una muy buena relación de amigos alentada, entre otras cosas, por el gusto que compartimos ambos por la buena cocina; quien fuera el mero mero del mejor restaurante de cocina típica de las Trancas es un amante de la buena cocina mexicana, de la cocina libanesa y, ¡faltaba más!, de la cocina italiana. Las tres cocinas las domina a la perfección tanto en su confección como en su degustación, últimamente le está dando por la cocina española, a la que le ha tomado un gusto que lo ha llevado ya a dominar el arte de la confección de la tortilla de patatas, de la que, no es por presumir, el que esto escribe después de mucho batallar (lidiar con la “prueba y error”) ya empieza a dominar como mandan los cánones, desde una tortilla tierna hasta la muy bien cocida, con su proporción exacta de huevos, cebolla, ajo (no más de un diente), sal, pimienta y un chorrito de agua. Platicar con Ernesto en su feudo, disfrutando de un buen expreso o de un tinto es una delicia, sobre todo si de por medio está el tema de la cocina, los quesos y las pastas italianas, de la ‘Ciudad Eterna’ (Roma), del sur de Italia que conoce muy bien y, últimamente de un tema que explicablemente acapara toda su atención, que son sus dos nietos, uno de su hijo Giovanni, que vive en Italia, y el otro de su hija Valeria, que vive en Xalapa, completando el cuadro ideal de Ernesto su esposa Silvana Messinese, italiana de pura cepa, nacida en Vittoria, Sicilia, o sea a los pies del Mediterráneo y enfrentito de la costa africana septentrional. Aunque parezca raro, pero con Ernesto queda poco rato para hablar de política. Hace ya un buen rato Ernesto me invitó a degustar un delicioso tallarín excelentemente procesado y cocinado por él, aderezado con una salsa de queso Taleggio (este queso ya lo comían los italianos hace más de mil años) y hongos porcinis, casi nada, ya para terminar un cafecito expreso de granos cordobeses. Lo escribíó Aurelio González Gama, directivo de este Portal.