A lo largo de tres décadas he participado en un sinfín de reuniones donde se busca identificar la raíz de los problemas que afectan el desempeño de los seres humanos en todo tipo de organizaciones. Invariablemente, los análisis realizados han presentado en los primeros sitios variables que afectan directamente a la calidad y la productividad: la falta de comunicación, el mal trabajo en equipo y el desarrollo de las relaciones interpersonales; todas cualidades relacionadas con la inteligencia social y emocional de la persona.

Los psicólogos Solovery y Mayer definen el término de inteligencia social como la capacidad de controlar nuestros sentimientos y emociones; y los de otras personas, a partir de ello elegimos la información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones. Asimismo, Daniel Goleman, coincide en que el término de inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones.

Las competencias sociales integran ocho capacidades emocionales: influencia, comunicación, manejo de conflictos, liderazgo, catalizador de cambios, establecer vínculos, colaboración y cooperación, así como las habilidades para hacer equipos. Sin embargo, la ausencia de dichas habilidades puede hacer que, incluso, las mentes más brillantes fracasen en sus relaciones, afectando el desempeño de los procesos, los sistemas y el logro de los objetivos planteados.

Los últimos avances globales en ciencias de la computación, inteligencia artificial y aprendizaje automático, combinados con el análisis de las grandes bases de datos y la llegada del Internet de las cosas, están afectando drásticamente al mercado laboral y a un sinfín de actividades de la vida cotidiana.

Las nuevas tecnologías transforman drásticamente la forma de comunicarnos, de trabajar, hacer negocios y competir, así como el estilo de gestión y liderazgo. En este sentido la inteligencia social y emocional cobra una crucial importancia; ya que para mantenerse vigentes y responder oportunamente a las necesidades del entorno, y contribuir al mejoramiento económico, político, social y cultural, los individuos deberán desarrollar la capacidad de combinar su inteligencia social y emocional con sus competencias técnicas.

En un entorno caracterizado por el cambio exponencial, el éxito de las personas en el mercado laboral está más relacionado con la capacidad de combinar la inteligencia socioemocional con las competencias técnicas. Por lo tanto, el nuevo paradigma de la revolución tecnológica demanda la conformación de un perfil profesional con formación sólida e integral, con competencias que respondan a la nueva realidad en que vivimos y, que al egresar de las instituciones de educación coadyuven a la transformación del mercado laboral, sus comunidades y la sociedad en general.

Adicionalmente, la capacidad de autoaprendizaje y de actualizar en forma permanente las competencias propias, trasciende el espacio de la educación formal. Ya no sirve la acumulación de títulos o certificaciones en el sistema formal de educación, si los profesionales y técnicos no tienen la capacidad para asegurar el acceso al conocimiento por sus propios medios y utilizando múltiples formas en la red. Ahora lo relevante en la producción de bienes y servicios no son los conocimientos de los individuos sino lo que pueden hacer las personas con ellos.

En la era de la información, las organizaciones generan en todo momento una gran cantidad de datos, derivados de las actividades propias del negocio; éstos por sí solos no tienen valor, pero cuando la organización les da un sentido se convierten en información que, con un manejo adecuado y aplicado a los individuos o a las organizaciones, se puede convertir en el conocimiento que mejore su capacidad de resolución de problemas, y mantenga sus ventajas competitivas.

Por lo anterior, es apremiante dar respuesta a las exigencias de la sociedad en cuanto a la formación de capital humano; el gobierno y el sistema educativo nacional deben establecer las bases para formar profesionistas que posean un conjunto de multi-habilidades técnicas, con flexibilidad cognitiva, pensamiento crítico, innovadores, con habilidades sociales y emocionales, además de desarrollar la capacidad emprendedora, la habilidad para trabajar en equipos presenciales y virtuales, entre otros.

Debido a que las habilidades sociales y emocionales son cualidades indispensables que niños y jóvenes deben adquirir a través de los diversos procesos educativos, este nuevo paradigma exige a las instituciones de educación la conformación de un nuevo currículo que responda a las necesidades de todas las partes interesadas de la sociedad en el contexto local y global para lograr los resultados que requiere nuestro país.

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