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Crónica del Poder

Enséñanos a orar. En este día, 28 de julio de 2019, celebramos el Domingo 17 del Tiempo Ordinario, Ciclo C, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Lucas (11, 1-13) el cual inicia así: “Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: ‘Enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos’. Entonces Jesús les dijo: ´Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación”. De esta manera, Jesús confía a sus discípulos y a su Iglesia la oración cristiana fundamental, conocida como “La Oración del Señor o El Padre Nuestro”. San Lucas escribe de ella un texto breve con cinco peticiones. San Mateo nos transmite una versión más desarrollada con siete peticiones. La tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de San Mateo: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.

La Oración del Señor. La expresión tradicional: “Oración dominical”, es decir, “Oración del Señor” significa que la oración al Padre la enseñó y la dio el Señor Jesús. Esta oración es verdaderamente única, porque ella es “del Señor”. Por las palabras de esta oración el Hijo único de Dios nos enseña las palabras que el Padre le ha confiado (Cf. Jn 17, 7). Jesús es el Maestro de nuestra oración. Jesucristo, como Palabra de Dios encarnada, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos, hombres y mujeres. Él es el Modelo de nuestra oración. Pero Jesús no deja una fórmula para repetirla de modo mecánico. Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre (Cf. CEC 2765-2766). La Oración del Señor es el resumen de todo el Evangelio, la más perfecta de todas las oraciones y el corazón de las Sagradas Escrituras. La Oración dominical es la oración por excelencia de la Iglesia. Forma parte de las principales Horas del Oficio divino y de la celebración de los Sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía”. En todas las Misas se recita o se canta el Padre Nuestro, orientado hacia las realidades futuras de nuestra salvación.

La oración de petición. El texto evangélico prosigue: “También les dijo: ‘Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a media noche a decirle: ´Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ´No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados´. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite”. Esta parábola enseña que el dueño de la casa no rechazará la petición, obligado por la amistad y la molesta insistencia. De igual manera, Dios estará siempre dispuesto a escuchar las peticiones de sus hijos, que confían en su misericordia: “Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?

Necesitamos orar. Una de las graves tragedias de los cristianos actuales es la incapacidad e indiferencia para hacer oración. Sin embargo, necesitamos orar para encontrar silencio, serenidad y descanso que nos permitan sostener el ritmo de nuestro diario quehacer, para vivir en actitud lúcida y vigilante en medio de una sociedad superficial y deshumanizadora. Necesitamos orar para ser capaces de una autocrítica personal sincera, para vivir ante Dios en actitud más festiva, agradecida y creadora.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa