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Crónica del Poder

El pasaje de Lc 10, 38-48, presenta el episodio de Martha y María, 2 hermanas que reciben a Jesús en su casa. La narración bíblica muestra dos actitudes muy apreciadas y recomendadas por la Sagrada Escritura: la hospitalidad y la escucha de la Palabra de Dios.
Sobre el valor de la hospitalidad, el profeta Isaías, refiriéndose al ayuno que agrada a Dios, dice: “compartir tu pan con el hambriento, acoger en tu hogar a los sin techo; vestir a los que veas desnudos y no abandonar a tus semejantes” (Is 58, 7), es lo que complace a Dios; algo parecido señala el mismo Jesús, presentando la hospitalidad como una obra de misericordia: “porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me acogiste” (Mt 25, 35).
Desde esta perspectiva se puede concluir que quien acoge a un peregrino, acoge al mismo Jesús, que por así decirlo, se esconde detrás de los necesitados. El apóstol Pablo recomienda a la comunidad de los romanos “compartir las necesidades de los santos y practicad la hospitalidad” (Rom 12, 13). Véase además 1 Tim 3, 2; Tit 1, 81 Pe 4, 9, Heb 13, 2.
Son estos principios los que están detrás de la actitud de la Iglesia ante el fenómeno migratorio y por ello se involucra e invita siempre a ser hospitalarios con quien sufre estas trágicas situaciones. Los migrantes no son criminales sino seres humanos que pasan por nuestro territorio y van en busca de nuevas oportunidades para vivir; muchos de ellos van huyendo de situaciones inhumanas e injustas, muchos de ellos se han tenido que escapar de la violencia y de la miseria que se vive en sus países de origen.
En la narración de Martha y María, Jesús hace un cierto reproche a Martha, no por el valor de la hospitalidad sino por la forma como la estaba llevando a cabo. En efecto la narración dice que Martha, en su afán por recibir bien a Jesús “estaba atareada por muchos quehaceres”. A lo que Jesús comenta: “Martha, Martha, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo que hay necesidad de pocas, o mejor de una sola” (Lc 10, 42).
Martha, parece haberse dejado envolver por una exagerada preocupación, poniendo en segundo término algunas otras cosas que son importantes, como el valor de la escucha del mismo Jesús. Recordemos que el mandamiento divino dice: “amar a Dios sobre todas las cosas”, es decir considerarlo siempre en el primer lugar de nuestra vida.
La exhortación de Jesús, no busca contraponer la ACCIÓN de Martha con la CONTEMPLACIÓN de María, sino subrayar el comportamiento esencial de un discípulo de Cristo: ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS. La acción y la contemplación no se contraponen, saber integrarlas es una actitud sabia pues ambas son necesarias en la vida cristiana. Ciertamente la escucha atenta de la voz de Dios es condición indispensable para que el servicio a los demás no se convierta en un activismo vacío o fuga existencial que agote a las personas y las lleve a un cansancio inútil.
Dios nos habla a través de su palabra escrita en la Biblia pero también a través de las personas, y de los acontecimientos de la vida. Se requiere estar atentos a las diferentes voces que también nos hablan. La vida contemporánea corre el riesgo de vivirse en forma distraída; haciendo muchas cosas pero ninguna necesaria, de ahí ciertos desórdenes que han llevado a la pérdida de valores fundamentales. Es necesaria la contemplación activa para aprender a escuchar las diferentes realidades que también nos hablan.
Las responsabilidades laborales, los compromisos de familia y las tareas sociales o políticas son actividades necesarias, pero no pueden tomarse como pretexto para desatender tareas fundamentales que tienen que ver con nuestro crecimiento espiritual.
Estamos invitados a reconsiderar y apreciar el aspecto contemplativo de nuestra vida cristiana, debemos dar siempre la primacía al encuentro con Dios a través de la oración y la escucha de su Palabra para hacer de la Sagrada Escritura nuestro alimento cotidiano. Acción y contemplación son dos tareas necesarias en la vida del ser humano.

Pbro. José Manuel Suazo Reyes