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En México y el mundo existen esfuerzos y debates constantes por descubrir ¿cuál es el mejor modelo educativo?, todos los gobiernos destinan múltiples fondos a tratar de erradicar el analfabetismo, a invertir en el conocimiento para que a través de este se generen propuestas de cambio e innovación, sin embargo en nuestro país todavía existe un modelo educativo deficiente y desigual.
Es desigual, porque como bien dijo Esteban Moctezuma, nuestro secretario de educación, “la educación más pobre, la reciben los pobres”, pero esto no sólo tiene que ver con el modelo educativo, sino con el modelo administrativo del mismo. Está por iniciar un ciclo escolar en el que constantemente se repite el mismo esquema de preparación para docentes, quienes después deberán replicar el conocimiento en las aulas, si desde la gestación educativa la forma de implementar el saber sigue siendo la misma, difícilmente llegará a los alumnos una verdadera evolución.
En México seguimos considerando la edad como elemento diferenciador de la madurez de los alumnos, a través de diversos grados se cataloga cuáles son las lecciones que deben impartirse. No obstante, rara vez se considera la madurez emocional de quienes cursan un ciclo, aún menos se toma en cuenta los intereses y habilidades de cada individuo, pues damos prioridad a las inteligencia lingüística y a la lógico-matemática, dejando de lado las otras vertientes propuestas por científicos como Howard Gardner, Raymond Cattell o Spearman.
Las distintas teorías planteadas por psicólogos, científicos y pedagogos, nos recuerdan que el ser humano es integral, que el mundo requiere de personas que además de las matemáticas y la lingüística, sepan relacionarse con el entorno, tengan sensibilidad, no sólo para el desarrollo de actividades artísticas, sino para un mejor crecimiento social, con mayor empatía y planeación. Entender a la educación como el referente de la transformación nos permitirá ser más conscientes de las necesidades individuales de cada uno de los estudiantes, pero también de sus docentes, pues son ellos quienes inyectan el conocimiento.
El modelo educativo que verdaderamente trascienda debe tomar la educación en valores, pero también actividades de mayor participación social, para que desde pequeños los alumnos comprendan que su actuar repercute en su entorno y que las consecuencias pueden tener un impacto positivo cuando verdaderamente se busca colaborar con los demás.
La educación puede ser el eje de una sociedad más inclusiva donde descubramos que progreso no necesariamente es sinónimo de modernidad, sino también de entendimiento y apreciación, así seremos más respetuosos de nuestras propias raíces e incluso dejaremos de ofrecer una educación pobre en las zonas más lejanas. La educación debe ser el foco de atención de este y todos los gobiernos, porque de esta surgen los avances y descubrimientos que permiten la evolución de las generaciones, pero para ello debe saber respetar tiempos.
En México urge una educación que si bien planea no se reduzca a cubrir temarios y programas, sino que genere mayores interacciones y despierte la curiosidad en sus aprendientes, por ello es necesario despertar esta misma pasión e interés desde quienes dirigen instituciones y administran cada uno de los procesos. Que quienes regulan cada una de las propuestas sean personas vinculadas de forma directa en la enseñanza y no sólo en la teoría, hagamos de la educación un camino constante en el que todos nos involucremos, porque este trayecto comienza desde el hogar, no es tarea solo de la escuela. ¡Participemos todos!