Elección de asientos. En este día, 1 de septiembre de 2019, celebramos el Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Ciclo C, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Lucas (14, 1. 7-14)): “Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: -Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: Déjale el lugar a éste. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para qué, cuando venga el que te invitó, te diga: Amigo, acércate a la cabecera. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido-”. En esta breve parábola, Jesús muestra la auténtica regla para entrar en el banquete del Reino de Dios, la cual exige la sencillez y la humildad, mientras que rechaza la autosuficiencia, la ambición y la soberbia. La vida del Señor Jesucristo y sus enseñanzas comienzan con una profunda inversión de valores que, vividos en la tierra por los discípulos, son el anticipo del Reino de Dios que un día se manifestará en toda su plenitud. Los auténticos valores cristianos siempre serán una profunda provocación ante las ordinarias tendencias humanas. El honor y el prestigio son desplazados por los valores cristianos de la humildad y la generosidad.
Saber humillarse. El texto del Eclesiástico (3, 19-21), que escuchamos en la primera lectura, dice: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria. No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad”. La búsqueda del prestigio social, o el cuidado de la imagen es propio de los seres humanos. Todos necesitamos el reconocimiento y la respuesta afectiva para el buen funcionamiento de nuestra personalidad social. Sin embargo, cuando descubrimos el ejemplo de Jesús, quien siendo rico se hizo pobre y se presentó como manso y humilde de corazón, llegamos a la firme convicción de que, para imitarlo y seguirlo, es indispensable descender al reconocimiento de nuestras propias debilidades y limitaciones. Para ser exaltados hay que pasar por el crisol de la humillación. La palabra humildad se deriva de “humus” (tierra) y designa la virtud de quien reconoce su propia finitud de creatura, su condición pecadora y su propia insuficiencia para conseguir su salvación y redención.
Elección de invitados. El texto evangélico de hoy prosigue: “Jesús dijo al que lo había invitado: -Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; así será dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos-”. Jesús no rechaza el amor familiar tan indispensable para todo ser humano, pero nos invita a superar esos lazos afectivos con mayor apertura. Quienes buscamos un mundo más humano y fraterno, debemos reconocer la lógica del Reino de Dios dando prioridad a los pobres, por encima de los familiares, los convencionalismos sociales y las relaciones interesadas. El escritor español José Antonio Pagola hace estas preguntas: ¿Es posible vivir de manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a cambio? El camino de la gratuidad es siempre difícil y exige actitudes como dar sin esperar mucho, perdonar sin exigencias, ser pacientes con las personas desagradables, ayudar pensando solamente en el bien del otro. Podemos empezar con recortar un poco nuestros intereses, renunciar de vez en cuando a pequeñas ventajas, sembrar alegría en las personas que viven con muchas necesidades, regalar algo de nuestro tiempo para obras humanitarias, participar en voluntariados que nos ofrecen la profunda satisfacción de hacer el bien a los más abandonados y desamparados. En el Juicio final seremos examinados sobre la misericordia que hayamos tenido con los pobres y necesitados, con los cuales se identifica el mismo Jesús (Mt 25).
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
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