FREUD Y LA SEGUNDA MENTE, A 80 AÑOS DE SU MUERTE. (II)
“La interpretación de los sueños, volumen II.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En el volumen II de “La interpretación de los sueños”, Sigmund Freud continúa estudiando el funcionamiento y estructura de la mente humana. El tema central es el estudio de los sueños, es importante recordar que en el volumen I Freud ya presentó su descubrimiento del inconsciente, y en el caso concreto de los sueños, afirma que estos son productos de muchos pensamientos, sentimientos, sucesos, represiones, todo ello puede ser del pasado o del presente, y fiel al estilo freudiano traeremos a colación algunos de los sueño analizados e interpretados por el neurólogo vienés que son muy familiares y peculiares a la generalidad de los humanos.
Una de las grandes aportaciones de la teoría del psicoanálisis consiste en demostrar metodológicamente que los sueños pueden ser interpretados e incluso afirma que la mayoría son productos de deseos reprimidos. De este segundo volumen de la obra magna de Freud, realizaremos un análisis al apartado: “Sueños típicos” que se encuentra dentro del capítulo seis titulado: “Material y fuentes de los sueños.”
Al momento de leer los sueños típicos explicados y analizados por Freud, inmediatamente vinieron a mi mente la similitud de lo narrado con experiencias personales. Considero que muchos hemos soñado con andar desnudos y sentimos enorme vergüenza, o estar en gran peligro y sufrir inmensa desesperación porque corremos muy lento y el peligro nos alcanza, en algún momento hemos soñado con la muerte de una persona muy amada, puede ser un hermano, nuestros padres u otros. Hace unos días mi madre Reina muy espantada me platicó que soñó con su sobrino Carlos recientemente sepultado, le dije que no se preocupara, que era un sueño típico que tiene absoluta explicación, pero ella rechazó de tajo mi argumento y me aseguró que por ese sueño que tuvo algún familiar va a morir, para evitar vivir en la zozobra innecesariamente (como mi mamá) me permitiré compartirles algunos analices realizados por Freud que explican puntualmente la temática de los sueños planteados.
En el apartado f) Sueño de la muerte de personas queridas, Freud narra lo siguiente: “Recordemos el de aquella joven que vio ante sí muerto y colocado en el ataúd a su sobrino, el único hijo que quedaba a su hermana de dos que había tenido. El análisis nos demostró que este sueño no significaba el deseo de la muerte del niño, sino que encubría el de volver a ver después de larga ausencia a una persona amada a la que en análoga situación, esto es, cuando la muerte de su otro sobrino, lo había podido contemplar de cerca la sujeto.”
Para que Freud pudiera llegar a esta interpretación por supuesto que se derivó de un largo estudio psicoanalítico, sin embargo, desde un esfuerzo personal y tratando de utilizar las herramientas metodológicas freudianas, intentaré analizar el sueño que le preocupa a mi mamá Reina. De entrada, mi mamá tenía poco contacto con su sobrino Carlos, (en algunos años la convivencia fue más cercana), le impresionó mucho como siendo para ella Carlos tan joven (45-50 años), un terrible cáncer le quitó la vida en muy poco tiempo. Si bien la relación de mi mamá con el difunto no era muy cercana físicamente, recuerdo en mi etapa de niñez que mi madre convivía mucho con toda la familia de Carlos incluyendo mi tía Petra (madre de Carlos), lo anterior explica que a pesar de la distancia física de los últimos años, la ausencia le pesa, y seguramente mi mamá lo recuerda mucho, piensa y narra su proceso de muerte, y todo este material consciente y los recuerdos de hace muchos años, cuando se convierten en sueño lo único que se manifiesta es el deseo de ver a Carlos, seguramente añora los tiempos idos y el sueño refleja un pasado que se fue y sólo el mismo sueño puede traerlo a la realidad imaginaria.
Freud explica brillantemente el porqué soñamos que un familiar muy cercano y amado, se encuentre muerto. Para Freud hay sueños que son productos de deseos reprimidos de la infancia, y si soñamos con un hermano muerto o uno de los padres, seguramente en algún momento deseamos su muerte, ese sentimiento que se lee atroz, pero con la explicación comprendemos que no lo es, los tuvimos en nuestras infancias, para que se tranquilicen por lo antes afirmado a continuación explico los motivos que Freud nos ofrece de la relación en la infancia entre los hermanos:
“La relación de los niños con sus hermanos. No sé por qué suponemos a priori que ha de ser cariñosísima, no obstante los muchos ejemplares con que constantemente tropezamos de enemistad entre hermanos adultos, enemistad de la que por lo general averiguamos que comenzó en épocas infantiles. Pero también muchos adultos que en la actualidad muestran gran cariño hacia sus hermanos y los auxilian y protegen con todo desinterés vivieron con ellos durante su infancia en interrumpida hostilidad. El hermano mayor maltrataba al menor, le acusaba ante sus padres y le quitaba sus juguetes, el menor, por su parte, se consumía de impotente furor contra el mayor, le envidiaba o temía y sus primeros sentimientos de libertad y de consciencia de sus derechos fueron para rebelarse contra el opresor.
No es muy difícil comprobar que el carácter del niño –aun el más bueno, es absolutamente egoísta, siente con máxima intensidad sus necesidades y tiende a satisfacerlas sin consideración a nadie y menos aún con los demás niños, sus competidores, entre ellos se hallan en primera línea sus hermanos.( Por ello en algún momento han deseado su muerte). Más no por ello calificamos al niño de criminal, sino simplemente de malo, pues nos damos cuenta de que es tan irresponsable ante nuestro propio juicio como lo sería ante los tribunales de justicia.
Quizá opongan aquí algunos de mis lectores la objeción de que aun aceptando los impulsos hostiles de los niños contra sus hermanos, no es posible que el espíritu infantil alcance el grado de maldad que supone desear la muerte a sus competidores. Pero los que así piensan no reflexionan que el concepto de “estar muerto” no tiene para el niño igual significación que para nosotros. El niño ignora por completo el horror de la putrefacción, el frio del sepulcro y el terror de la nada eterna, representaciones todas que resultan intolerables para el adulto. Desconoce el miedo a la muerte, y de este modo juega con la terrible palabra amenazando a sus compañeros: “Si haces eso te vas a morir como se murió Paquito”. De un niño de ocho años sabemos que al volver de una visita al Museo de Historia Natural dijo a su madre: “Te quiero tanto, que cuando mueras mandaré que te disequen y te tendré en mi cuarto para poder verte siempre.” ¡Tan distinta es de la nuestra la infantil representación de la muerte!”.
Por todo lo antes expuesto, relajemos nuestros pensamientos y aprendamos que los sueños por agradables o terribles que sean, no presagian nada, ni lo bueno ni mucho menos lo malo, así nos evitamos tener esperanzas ilusorias, o pensamientos trágicos.
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