Buen día apreciado lector:
En los aciagos días que vivimos y ante la evidente inexperiencia de los nuevos gobernantes para realizar un buen gobierno a la vista de todos, a los ciudadanos no les queda más, que “rasgarse las vestiduras”.
Esta expresión se usaba en tiempos bíblicos para señalar casos en los que no se podía hacer nada ante sucesos que causaban dolor, desgracia o indignación.
En Veracruz y en todo el país, el año pasado y cansados de tanta corrupción, la mayoría de los electores fueron más allá y echaron del poder a los corruptos, pero fue hasta que tuvieron a la mano la boleta electoral y lo hicieron civilizadamente.
Ahora estamos experimentando con el nuevo gobierno surgido del pueblo, el que en teoría y por ley, no debe incurrir en actos de corrupción y por ende, de ineptitud.
A punto de cumplir un año en el poder, los nuevos gobernantes mucho deben reflexionar en el hacer bien su trabajo, superar críticas y no caer en complicidades sobre todo con quienes son señalados abiertamente por sus malas acciones y pretenden seguir empoderados, pero inexplicablemente así parece.
Apenas la semana pasada el Presidente López Obrador se defendía de que lo querían involucrar como propietario de empresas fantasmas y aludió a que el servidor público no sólo debe ser honesto, sino parecerlo.
Al respecto encontré un artículo en internet donde se dice que “según cuenta Plutarco en sus “Vidas paralelas”, un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro, dueño de una gran fortuna y dotado con el don de la elocuencia, estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César.
Tal era su enamoramiento, que en cierta oportunidad, durante la fiesta de la Buena Diosa -celebración a la que sólo podían asistir las mujeres- el patricio entró en la casa de César disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y condenado por la doble acusación de engaño y sacrilegio.
Como consecuencia, César reprobó a Pompeya, a pesar de estar seguro de que ella no había cometido ningún hecho indecoroso y que no le había sido infiel, pero afirmando que no le agradaba el hecho de que su mujer fuera sospechosa de infidelidad, porque no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo.
La expresión, con el tiempo, comenzó a aplicarse en todo caso en el que alguien es sospechoso de haber cometido alguna ilicitud, aún cuando no hubiera dudas respecto de su inocencia, en la forma «No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo».
Tenga paz y armonía en su hogar, cuide el agua y las plantas.
gustavocadenamathey@nullhotmail.com