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DPA

Sobre la selva brasileña del Amazonas se ven columnas de humo que llegan a alzarse más de 500 metros de altura. Andre Arruda, miembro de la organización ecologista Greenpeace, mira la pantalla de su portátil e indica al conductor de la furgoneta donde está el siguiente incendio.

«Todo esto es una zona protegida», asegura su colega Danicley Saraiva de Aguiar mientras señala la superficie quemada.

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Hay más de una decena de incendios activos tan sólo en la región indígena Ituna-Itatá y Cachoeira Seca, áreas protegidas al sureste de la ciudad de Santarém, en el estado brasileño de Pará.

En el frondoso bosque no dejan de aparecer áreas en las que los árboles han sido talados. Los ecologistas intentan hacerse una idea de la dimensión de los daños causados por las devastadoras llamas en la región.

Pero no es que sean muy bien recibidos. En la víspera se escucharon disparos cuando sobrevolaron con un pequeño avión las minas ilegales de otro en los territorios indígenas de Sawre Muybu y Munduruku.

«Tenemos un contacto en la zona. Los buscadores de oro nos han hecho saber que es mejor que no regresemos», explica la portavoz de Greenpeace, Rebecca Cesar.

Santarém es un lugar importante de producción de soja y maíz, además de ser fuente de recursos naturales y rica en madera, lo que la convierte en un área codiciada por poderosos grupos de intereses.

La ciudad, que está rodeada por la selva amazónica, se levantó en la confluencia de los ríos Amazonas y Tapajós y se encuentra entre los importantes puertos de Manaos y Belén. Asimismo allí acaba la no menos importante carretera BR-163, una de las arterias vitales en el transporte terrestre por el país.

Los fuertes incendios de las últimas semanas en la región amazónica han causado consternación en todo el mundo. Es frecuente que se talen los árboles y se incendien los troncos para conseguir más superficie que cultivar y plantar soja.

La selva tropical en la región del Amazonas, que absorbe gases de efecto invernadero como el C02, tiene una gran relevancia para la lucha mundial contra el cambio climático.

Para el presidente de Brasil, el derechista Jair Bolsonaro, prima el potencial económico del Amazonas. El mandatario quiere dedicar más superficie a la agricultura, la minería y la generación de energía.

«Desafortunadamente, algunas personas, tanto dentro como fuera de Brasil, con el apoyo de las ONG, insisten en tratar y mantener a nuestros pueblos indígenas como cavernícolas», dijo recientemente ante la Asamblea General de la ONU.

«Pero los indígenas no quieren ser propietarios pobres de tierra siendo rico el suelo», añadió.

En la región del Amazonas y la sabana del Cerrado suele ser normal que se registren incendios, pero la cifra de focos aumentó considerablemente este año. Desde comienzos de año se registraron en Brasil más de 140 mil incendios, un 53 por ciento más que en el mismo periodo un año antes.

Los ecologistas acusan a Bolsonaro de haber alentado con su retórica a que agricultores, trabajadores de aserraderos y buscadores de oro hagan arder la selva amazónica. La superficie quemada aumentó un 71 por ciento hasta los 131 mil 327 kilómetros cuadrados, según datos de la agencia espacial brasileña INPE.

Bolsonaro negó además en ese mismo foro internacional que la Amazonía esté siendo devastada y arrasada por las llamas.

El mandatario sostuvo que las llamas se deben a «un clima seco y vientos favorecidos por incendios tanto espontáneos como provocados». Asimismo recordó que «las poblaciones indígenas y locales también usan el fuego como parte de su cultura».

Las imágenes dramáticas procedentes de la selva tropical en el corazón del subcontinente americano han dañado la reputación del país.

Varios Estados europeos han decidido frenar la ratificación del nuevo acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y la alianza económica de los países del Mercosur. Tampoco sopla el viento a favor desde el sector empresarial y agrícola.

El ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles, emprendió una gira por Francia, Alemania y Reino Unido para recomponer la imagen del país que han dejado los pirómanos sin escrúpulos. «No somos los malos en la protección del medio ambiente», dijo.

Los activistas de Greenpeace, sin embargo, señalan al Gobierno como responsable del reciente repunte de tala de árboles y de los incendios.

«En la región de la Amazonía vemos una oleada invasora en los territorios de los indígenas», denuncia Saraiva. «El Gobierno de Bolsonario tiene que poner fin a su política contraria al Medio Ambiente y la retórica antiindigenista, cumplir su obligación y proteger el Amazonas».