La gente hará lo que sea por liberar su ansiedad
Mad Men
Sin afán de tildarme de experto de cine ni mucho menos, es que me pareció insoslayable la necesidad de escribir un comentario sobre ciertas consideraciones a la película encabezada Joaquín Phoenix (The Joker), misma que los últimos días ha generado un vendaval de comentarios y vertido ríos de tinta respecto a los sentimientos acaecidos en dicho filme.
En el seno de la película sucede la vida de un individuo excluido y con una enfermedad propia de la psique, la cual limita sus capacidades de desarrollo colectivo, situación que lo lleva persistentemente hacia reflexiones como ¿Por qué debería vivir?, es más, sobre el propio significado de su vida.
Un personaje que retrata la curiosidad genuina por la búsqueda de un propósito en la vida, con una profunda debilidad que se amplifica como consecuencia de las pocas odas de luz de esperanza, y que cuando al fin se presenta un rayo de luz, al existir la posibilidad de saber quién es su padre, recibe rechazo, situación que potencializa su dolor y ansiedad.
Eso, sumado a una ciudad oscura, llena plazas y calles azotadas por el viento de una arquitectura brutalista. Ambiente que canaliza un corpus de creencias y valores que dan forma a la intolerancia e irritación colectiva.
En el cual solo retrata a un excluido carente de contenido o pilares que sostengan su vida y las implicaciones sociales de su tristeza. Un guasón (entendida como una persona inculta y de modales rústicos, así como a las personas groseras y descorteses) edificado en su aterradora risa.
Lo cual cumple la hipótesis de Steven Pinker (2018), al mencionar que ignorar el progreso humano puede conducir a síntomas más graves que la angustia existencial.
En medio de una sociedad enferma, discriminatoria e insensible, que golpea y violenta literal y metafóricamente, emerge un “héroe” disfrazado de villano. Con una maldad que no es más que una lucha interna contra la injusticia y que se convierte en su paulatina liberación.
El doctor en psiquiatría y exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente sintetiza de manera extraordinaria la reflexión que Joker regala y que no se debe olvidar:
«El malestar ciudadano viene de la inconformidad, del hartazgo de la gente en respuesta a la injusticia derivada de un modelo de desarrollo global que, sin dejar de tener algunas ventajas, al menos potenciales, ha abierto más la brecha entre los que tienen y los que no, entre aquellas pocas vidas que los gobiernos han decidido proteger en relación a aquellas que han decidido abandonar».
Lo que conlleva a Arthur Fleck a buscar sanear su dolor a través de la interpretación de un personaje The Joker, que le sirve de paliativo a fin de sobrellevar una vida llena de dolor, infortunios y frustración.
Al tiempo de darnos fuertes pinceladas bajo las cuales resalta una sociedad abocada a una infernal distopía, por facciones malignas a las que solo se puede unificar frente un líder fuerte, que los guíe energéticamente al conjunto de frustraciones con el fin de encabezar un movimiento redentor.
Al final estoy cierto que resulta difícil hallar una concepción que vea los problemas del mundo The Joker en un contexto de progreso sobre el que se intente construir, solucionando a su vez dichos problemas.
Pero ese dolor, para esa frustración existe Batman, a quién se nos olvida que en su presencia le asesinan a sus padres, y tiene que desarrollar una empresa a temprana edad, lo que le significaría no tener infancia, y que en lugar de llenarse de rencor colma su espíritu de esperanza desde la misma oscuridad, basada en la ética del deber y en el honor humano.
Para cerrar, me gustaría que como sociedad pasemos del asombro expresado en el filme a una sociedad que ponga en práctica la sensibilidad y purgue los errores vertidos en la película con la idea de vivir con menos conflictos y ansiedades.
*Profesor Investigador de Tiempo Completo del Colegio de Veracruz. Integrante de la Comisión de Selección del Sistema Estatal Anticorrupción. Catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad Veracruzana.