CONMEMORANDO LOS 90 AÑOS DE AUTONOMÍA DE LA UNAM. (III)
“Javier Barros Sierra.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Uno de los momentos más difíciles que se vivieron en el México del siglo XX fue sin duda alguna la matanza estudiantil de 1968. En este acto bárbaro, cruel, sangriento, inhumano, encabezado por el gobierno contra los estudiantes, se recuerda la figura preponderante de Javier Barros Sierra, quien fungía como Rector de la máxima casa de estudios. El Ingeniero Barros Sierra es recordado como un hombre congruente, férreo defensor de la Autonomía de la Universidad, firme en sus principios y convicciones democráticas, un hombre que realmente estuvo a la altura de las circunstancias, nunca se achicó, cuando tuvo que protestar lo hizo, y si bien su actuar no evitó la barbarie cometida por el Gobierno, en la actualidad el rectorado de Javier Barros Sierra es positivamente recordado por la firme defensa de la Autonomía universitaria.
Javier Barros Sierra fue Rector de 1966 a 1970, gran parte de lo acontecido desde su llegada a la Rectoría hasta el final de su periodo, se encuentra en un clásico libro titulado: “Javier Barros Sierra 1968. Conversaciones con Gastón García Cantú.” El libro fue publicado en 1972, la obra es producto de varios meses de conversaciones entre el gran periodista, historiador e intelectual mexicano y el Ingeniero Barros Sierra, la lectura de la obra se inicia con las siguientes palabras de Barros Sierra:
“Lo que más profundamente molesta a los enemigos de la Universidad es el ejercicio de las libertades democráticas de reunión, de pensamiento y de expresión dentro de nuestra comunidad.
Ciertamente, la Universidad aún no ha dado al pueblo todo lo que debe darle pero su marcha es ascendente y eso no sólo se dice sino que se comprueba diariamente. ¡Viva la discrepancia, porque es el espíritu de la Universidad! ¡Viva la discrepancia porque es lo mejor para servir!”
En aquellos años en México vivíamos bajo un sistema de gobierno autoritario, hegemónico, intolerante, cerrado, antidemocrático. Barros Sierra aclara que su posición en todo el movimiento estudiantil fue defender la Autonomía de la Universidad, manifiesta en la entrevista que se puso del lado de los estudiantes no por provocar al Gobierno, sino porque creía que algunas de las peticiones de los jóvenes eran bien fundadas, y, en general, que México necesitaba una reforma profunda en su vida democrática, por ello lo primero que Barros Sierra hizo al llegar a la Rectoría fue tratar de democratizar la propia Universidad, sobre este punto García Cantú expresó algunos conceptos y le preguntó al entonces ex-rector:
“Gastón García Cantú: “Creo que, en su respuesta, usted ha tocado precisamente el punto de discusión en varios aspectos de la vida nacional. En los últimos años se observa una obsesiva tendencia a la uniformidad de la expresión, al establecimiento del mutismo y a la aceptación entusiasta de lugares comunes. La Universidad, por su propio proceso educativo, por la preparación de sus jóvenes o sencillamente por facilitar aulas y auditorios para la discusión, favorece también el aprendizaje de la discrepancia. ¿Podría decirse que en esto radica algo de encono, la incomprensión y la hostilidad del Estado contra la Universidad?
La respuesta del Maestro Barros Sierra es la siguiente: “Yo creo que no es otra la explicación. Efectivamente, la tendencia oficial ha sido hacia un no mal disfrazado dogmatismo: todos estamos obligados a aceptar las verdades oficiales, que se expresan como un oráculo especial, del Partido Revolucionario Institucional, (las cosas en pleno 2019 siguen igual, cambia el actor y el Partido, pero la forma y el fondo son las mismas), y justamente la Universidad, representa esencialmente el antidogmatismo. Una Universidad dogmatica significa una regresión a la Edad Media. Es algo que los universitarios de nuestra época no podemos admitir; por ello es difícil conciliar una política oficial dogmatica con una Universidad esencialmente antidogmática.”
Toda Universidad Autónoma imparte una enseñanza libre, respeta la pluralidad, fomenta la libertad de pensamiento y expresión, crea una sociedad informada, critica, analítica, estas características siempre han incomodado a los gobiernos antidemocráticos con tintes dictatoriales, y la labor en aquellos años y la que hoy toca a nuestras generaciones, es defender estos principios elementales de toda sociedad abierta, tolerante, y plural, sobre todo, porque conceptos prácticos como la Autonomía, el Estado de Derecho, la libertad de expresión, el derecho a disentir, etc. Son patrimonios del hombre civilizado y no están sujetos a caprichos de un gobernante, un movimiento o un Partido, recordemos que los hombres son transitorios y el valor de nuestras instituciones están por encima del cualquier gobernante.
Lo antes planteado lo reforzaré con parte del histórico discurso que pronunció Barros Sierra, al momento de defender la Autonomía de la UNAM:
“La Autonomía de la Universidad de México está definida implícitamente en su Ley Orgánica. Importa, sin embargo, aclarar lo que significa esa Autonomía frente a conflictos tales como los que han padecido últimamente ciertas universidades de nuestro país y de Latinoamérica.
La Autonomía universitaria es un principio que procede de la tradición cultural de occidente y que hoy aceptan, aunque con distintos grados y matices, la mayoría de las naciones modernas. Entre nosotros surge con la idea misma de fundar una nueva Universidad, es propuesta formalmente en 1917 por don Venustiano Carranza y al fin se otorga en 1929. Fue móvil de esforzadas luchas de maestros y estudiantes por conquistarla, primero, y después por consolidarla y ampliarla.
Autonomía universitaria es, esencialmente, la libertad de enseñar, investigar y difundir la cultura. Hay violación a la Autonomía cuando el Estado, por cualquier medio, coarta la independencia académica de la Universidad o impide que ella se rija internamente. La Autonomía, más que un privilegio es una responsabilidad para todos los miembros de la comunidad universitaria: la de cumplir con nuestros deberes y hacer honor a la institución, recordando que la autoridad y el orden en nuestra Casa de Estudios no se fundan en un poder coercitivo, sino en una fuerza moral e intelectual que sólo depende de la consciencia y la capacidad de cada uno de nosotros.”
Hoy a 51 años de distancia de los hechos ocurridos en Tlatelolco y narrados por una voz autorizada como lo es la de Javier Barros Sierra, la principal enseñanza que nos deja la historia, es que si bien no hemos evolucionado mucho, si podemos involucionar, por lo tanto, defendamos de manera tenaz y pertinente derechos que no son de un hombre o una época, sino de toda sociedad civilizada.

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