Recién salido de la protesta matutina de Santiago, Camilo Quiroz irrumpió en la cocina, abrió la nevera y buscó un estofado de pollo y choclo incluso antes de abrazar a su madre. Menos de una hora antes estaba esquivando a militares chilenos y lavando su cara con agua mezclada con bicarbonato para calmar la irritación producida por el gas lacrimógeno.
«Debería estar estudiando, lo sé, pero con todo esto que está pasando no puedo concentrarme, nadie puede«, contó el joven de 18 años, mientras se ríe de la expresión horrorizada de su madre. “Los estudiantes siempre somos los primeros en protestar, pero esta vez es diferente. Esta vez, los adultos también están con nosotros«.
Hijo de un trabajador de una fábrica y una costurera, Camilo es la esperanza de su endeudada familia, una de las tantas que luchan por salir adelante en el país más rico de Sudamérica. En su casa en Pedro Aguirre Cerda, uno de los barrios más pobres de Santiago, lleva meses preparándose para un examen crucial que lo llevaría a la prestigiosa Universidad de Chile. Camilo sueña con ser economista y trabajar en el Banco Central o tal vez en la banca de inversión.
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Esta semana, el estancamiento que atrapa a los Quiroz, y al país, explotó violentamente con las protestas más grandes desde el regreso a la democracia en 1990. Desencadenadas por un aumento de 30 pesos chileno (4 centavos de dólar) en la tarifa del metro, las manifestaciones se convirtieron en cuestión de horas en un movimiento sin líderes que canalizó la ira por las pensiones, la atención médica, la educación y la corrupción.
Hasta el momento, al menos 18 personas han muerto en medio de disturbios, saqueos e incendios intencionales. «No es por los 30 pesos, es por los últimos 30 años«, es uno de los lemas más populares.
A pesar de su riqueza, Chile es el tercer país más desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un organismo de 36 democracias de libre mercado. Para Camilo y sus padres, Patricia Riffo, de 52 años, y Esteban Quiroz, de 46, la injusticia del sistema no es un concepto abstracto.
La muerte de su abuelo materno hace 15 años los obligó a endeudarse para pagar atención médica privada y evitar el precario sistema público. La deuda se profundizó a medida que fueron golpeados por más enfermedades al tiempo que pagaban para subsidiar educaciones adecuadas para Camilo y su hermana Catalina, de 14 años.
Abrumado por la deuda, Esteban Quiroz dejó hace cuatro años la fábrica donde había trabajado durante dos décadas e invirtió su indemnización en un pequeño restaurante en el centro de la ciudad, ‘El Chacarero Sentimental’, llamado así por un sándwich que incluye carne de vacuno, tomates, porotos verdes y ají verde. También pagó un todoterreno blanco y la construcción de un segundo piso en la casa heredada después de la muerte del padre de Riffo. Hay un pequeño balcón y una habitación para cada hijo.
Pero hace dos años, los narcotraficantes se apoderaron del barrio que rodeaba el restaurante y la clientela de clase trabajadora de Quiroz fue reemplazada por adictos casi de la noche a la mañana. Los traficantes incluso vendían dentro del restaurante. Cuando finalmente cerró ‘El Chacarero Sentimental’ en la víspera de Año Nuevo, Esteban enfrentaba 2019 con una hipoteca de la casa, varios préstamos bancarios y pagos del automóvil.
«Al final, solo sentía rabia», manifestó Quiroz esta semana mientras veía las protestas en la televisión. Desde enero, trabaja en un frigorífico industrial en una planta procesadora de pollos. Pasa sus días a temperaturas bajo cero y sus noches conduciendo su todoterreno para Uber. «He dejado de pagar las cuotas del auto y estoy cruzando los dedos para que no me detengan mientras lo manejo».
Los sábados por la noche son, con mucho, los mejores para Uber, por lo que conduce hasta el amanecer. También son los más peligrosos y Quiroz conoce a conductores que han sido asaltados y robados. La misma policía es una preocupación. Conducir con aplicaciones de transporte compartido como Uber o Cabify es ilegal en Chile y los conductores pueden recibir una multa de hasta mil dólares y la confiscación de sus automóviles hasta por 15 días.
En un buen mes, Quiroz gana alrededor de 900 mil pesos chilenos, cerca de mil 250 dólares, que es tres veces el salario mínimo de Chile. Todo se destina a gastos familiares y deudas.
La escuela de preparación para los exámenes de Camilo se convirtió en una nueva cuenta por pagar este año. Inicialmente, el adolescente intentó pagarla al tomar un trabajo como camillero en el hospital de la Universidad Católica. Salía de la casa a las 6:30 horas y regresaba justo antes de la medianoche. Las horas no dejaban tiempo para los libros.
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«Decidimos hacer el sacrificio y pagarlo nosotros», señaló Riffo, mirando hacia un mantel de plástico amarillo y rojo. “Estudiar es lo único que lo sacará de aquí. Eso es lo que siempre les digo, pero a veces miro a mi alrededor y ni siquiera yo me lo creo«.
Camilo es solo uno de los dos estudiantes de la escuela secundaria del vecindario que intenta llegar a la universidad. La mayoría de los antiguos compañeros de clase asisten a la escuela técnica para convertirse en peluqueros, enfermeras, mecánicos o electricistas. En su escuela preparatoria, en la misma Plaza Italia donde se realizan las protestas, se nota su diferencia con respecto a otros estudiantes. Sus vestimentas y sus discursos desvelan sus orígenes.
“Solo hace falta mirarlos para saberlo, no necesitan estudiar porque tienen el dinero para ir a la universidad que quieran y cuando terminen, trabajarán en la empresa de sus padres», afirmó.
Camilo necesita una calificación más alta porque está solicitando una beca estatal completa. “Es gracioso. Los ricos siempre hablan de meritocracia. Es tan fácil hablar de eso cuando vas a una escuela con un nombre elegante».
La floreciente economía de Chile después de la dictadura produjo una élite privilegiada. En 2015, el uno por ciento superior de los trabajadores ganaron algo menos de una cuarta parte de todos los ingresos antes de impuestos, con pocos cambios desde 1990, y pagaron una parte menor de los impuestos del país, según la Base de Datos sobre las Desigualdades Económicas a nivel Mundial. La mitad de los trabajadores en Chile ganan menos de 400 mil pesos chilenos (550 dólares) al mes, según el Instituto Nacional de Estadística.
«Las protestas en este momento no son sobre este Gobierno o el anterior. Esto viene de antes. Nos han mentido durante años y años», reclamó Esteban Quiroz.
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Quiroz y Riffo temen que sus esfuerzos por mejorar su suerte estén condenados al fracaso. «Trato de darles a mis hijos todo lo que tengo para que puedan cumplir sus sueños. Miran a su alrededor y se dan cuenta de que otros niños tienen mejores zapatos, mejores teléfonos y mejores oportunidades. Me preocupa pensar que estamos criando a una generación llena de rabia«, dijo el padre de familia.
Camilo Quiroz, sentado en su habitación con sus paredes de madera y espuma de poliestireno, observaba a su hermana jugar en su computadora portátil y limpia sus lentes rotos.
«Por supuesto, me doy cuenta de lo que está sucediendo y lo que están pasando mis padres. Finjo que no me afecta porque no quiero preocuparlos. Pero, ¿qué más puedo hacer? Necesito pasar esa prueba. Me tiene que ir bien porque esta es mi opción y no habrá otra», enfatizó el estudiante.
Camilo presentará su examen el próximo 18 de noviembre.