A BoJack Horseman le ha costado seis años recabar el prestigio con el que ahora aborda su recta final. La BBC la proclamaba “La mejor serie de animación del siglo XXI” hace escasos días por su relevancia sociocultural y por su efecto dentro de la industria, en un artículo que, cómo no, generó la controversia que esperable de toda proclamación de lo mejor.
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Además, esta temporada llega en el momento en el que crítica y audiencia parecen caminar de la mano. Sendos premios de la crítica norteamericana -Critic’s Choice Awards-, del sindicato de guionistas -WGA-, y del sector especializado -los premios Annie de la International Animated Film Association-, tuvieron a bien en reconocer el valor de la anterior temporada. Mientras los espectadores se volcaban en consideraciones sobre su calidad, llegando a proclamar a Free Churro -sexto episodio de la quinta temporada-, como uno de los mejores capítulos de la historia de la televisión en IMDB.
Ahora BoJack Horseman estrena la primera tanda de lo que será su punto final. Seis años en seis temporadas que culminarán con una verdadera despedida fechada para el 31 de enero. Y, por lo visto en este primer adiós, la serie se muestra consecuente con sus planteamientos. Pero justamente por eso, se ha vuelto más dramática que nunca. ¿Siempre esperamos una redención para un personaje tan tóxico como el de este caballo-actor?
CUANDO PERDONAR NO PASA POR OLVIDAR
Al final de la quinta temporada, dejamos a BoJack entrando por su propio pie en una clínica de desintoxicación. Entonces bromeaba con qué diría al cruzar las puertas del sitio que debía cambiarle la vida. “Hola, soy BoJack Horseman. Está claro que me conoces porque soy famoso y además les dije que vendría y he venido porque… necesito ayuda”, confesaba.
Aceptar que él solo no podía solucionar sus problemas con el alcohol, ni consigo mismo, era el cambio más importante que el personaje protagonista de la serie de Bob-Waksberg había hecho en toda la temporada -quizás en toda la serie-.
El hecho implicaba una doble renuncia: por una parte negaba su ego y dejaba de repetirse que podía cambiar solo con fuerza de voluntad. Y por otra, también dejaba de autocompadecerse en su reincidencia, con actitudes tóxicas y autodestructivas. En estados depresivos llegó a creer que si terminaba mal era porque su naturaleza era así: algo merecido, su penitencia. Y ahora recurría a ayuda profesional especializada para salir del bucle y ser capaz de aceptar una esperanza en el cambio que el odio a sí mismo le negaba.
Esta sexta temporada, durante el grueso de su metraje, ofrece un respiro taimado al espectador. La clínica tiene un efecto positivo en BoJack, que se ve con fuerzas no solo para retomar su vida sino para ofrecer ayuda a los demás. Un accidente tragicómico en la institución le complica sobremanera la vida y, aún así, él insiste en mantenerse en la senda del intento por ser mejor.
De hecho, conviene recordar que quien le acompañó hasta la puerta de la clínica fue su amiga humana Diane Nguyen -tal vez el personaje más fascinante de la serie-. Entonces BoJack le preguntó por qué se portaba tan bien con él. A lo que Diane le contestó contando una historia de instituto: cuando su mejor amiga la apartó para salir con los populares del insti y empezó a utilizarla como chivo expiatorio para encajar. “Y entonces, ese verano, cuando su madre se puso enferma y todos sus amigos estaban de vacaciones en sus viñedos, yo estuve ahí con ella. Porque soy idiota… y ella era Abby. La odiaba y nunca se lo perdonaré, pero me necesitaba y… era mi mejor amiga”.
En esta temporada, Diane necesita la ayuda de BoJack, que emprende un camino del perdón y la redención que por momentos recuerda a la premisa de Me llamo Earl. BoJack acepta la responsabilidad de decirle a su amiga lo que tal vez no quiere escuchar. Como antes sus amistades y relaciones afectivas hicieron con él.
BoJack está dispuesto a estar a su lado, como Diane estuvo con su amiga del instituto. Una inversión de roles que propone una luz al final del túnel: el camino hacia la redención del protagonista de esta serie pasa por una contraprestación afectiva, por saber que puede ser útil como lo fueron los demás cuando él metía la pata.
Sin embargo, Bob-Waksberg no olvida aunque los espectadores sí lo hayamos hecho. Y la redención de nuestro particular penitente parece tener que pasar necesariamente por asumir las responsabilidades de unos actos que, si bien quedan lejos en el tiempo, no por ello dejan de tener un peso en la actualidad. Si el caballo-actor será capaz de soportarlo es algo que sus creadores prefieren resolver en enero.
UNA PEINETA PARA NETFLIX (Y EL “STATU QUO” DE HOLLYWOOD)
Pero más allá de lo puramente narrativo, de los avatares que enfrentan sus protagonistas, esta tanda de episodios de BoJack Horseman se significa en el panorama actual de series como un inteligente puya dirigida a Netflix en primer término, y a Hollywood en segundo.
Bojack siempre ha reflexionado sobre su naturaleza política como producto abiertamente generacional. Lejos de refugiarse en la evasión o la equidistancia, siempre se ha preocupado por dar cabida a determinadas posiciones ya fuere para hablar de la homofobia, el racismo o la misoginia en la industria. Siempre utilizando el mundo de la creación y el espectáculo como vehículo de su discurso.
En su cuarta temporada uno de los protagonistas se presentaba a gobernador -estableciendo una clara relación de reciprocidad entre espectáculo y política-, y en la quinta BoJack interpretaba a un detective misántropo que Diane se encargaba de puntualizar que no debía tomar como modelo de conducta -reflexionando sobre la trascendencia en lo real de un producto cultural-.
Aquí hablamos de conglomerados empresariales impunes ante la ley en un episodio protagonizado por Diane. También de superhéroes y su romance con Hollywood. Un interesantísimo personaje secundario al que le ofrecen dirigir la película de la primera superheroína de un blockbuster, deberá lidiar con el inmovilismo de una industria más preocupada por aparentar que por defender una inclusión real.
Ya sea esto un reflejo de Capitana Marvel o de Wonder Woman, ambas subtramas apuntan hacia una industria que no respeta los derechos laborales ni creativos, y que corta las alas tanto a los que reclaman lo primero como a los que protestan por lo segundo. De hecho, por ahí se encamina otra de las lecturas más relevantes de la temporada.
La productora de la serie que nos ocupa, Lisa Hanawalt, debutó como directora con Tuca y Bertie. Pero la serie -que se estrenó también en Netflix-, fue cancelada después de que los trabajadores de Tornante Company -la empresa detrás de ambas-, se sindicasen para recibir los mismos salarios y beneficios que la mayoría de los artistas de Los Ángeles. Se trataba de equiparar sus derechos a las producciones cubiertas por el sindicato de animadores TAG (The Animation Guild).
Pues bien, en esta nueva temporada los creadores de BoJack han incluido una subtrama sobre los ayudantes de las estrellas y magnates de Hollywood en pie de guerra por sus derechos. Un desarrollo narrativo en el que becarios, asistentes y demás profesionales subalternos deciden montar una huelga para exigir unos derechos de los que carecen.
¿Puya directa a las condiciones laborales que Netflix parece imponer en sus producciones, o simple sátira sobre la industria? Ahora Tornante acaba de estrenar Undone en Amazon Prime Video, dirigida por Kate Purdy y Bob-Waksberg, ambos implicados en BoJack, así que uno podría pensar que para lo que les queda en el convento…