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Crónica del Poder

 

 

Juan Bautista. En este día, 8 de diciembre de 2019, celebramos el segundo Domingo de Adviento, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (3, 1-12): “Comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: ‘Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos’. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: ‘Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos’. Juan utilizaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre”. Juan es un profeta independiente y original que provoca un fuerte impacto en el pueblo. Desde las primeras generaciones cristianas se le ha visto como el Precursor que preparó el camino a Jesús. Los oyentes de Juan se convertían, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río Jordán. Sin embargo, Juan era muy duro con los fariseos y saduceos, les llamaba ‘raza de víboras´ y les exigía que manifestaran obras de auténtica conversión. Juan nunca se anunció a sí mismo sino al que había de venir para que encontrara dispuestos los caminos y, sobre todo, los corazones de todos los creyentes.

 

El bautismo. El texto evangélico de Mateo concluye con estas palabras de Juan Bautista: “Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han convertido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”. El bautismo de Juan es un rito que expresa la conversión ante el juicio inminente, mientras que el de Jesús es de Espíritu Santo y fuego, imágenes que indican la incorporación activa a la misión de la Iglesia. El bautismo es la puerta de acceso al Reino de Dios y la auténtica conversión se ha de manifestar en las obras.

 

Los predicadores. Las lecturas bíblicas de este domingo presentan al Mesías lleno del espíritu Santo como verdadero Rey justo que propicia la justicia, la paz y la fraternidad en las relaciones humanas y en el entorno ecológico (Is 11, 1-10), a Jesús como el Mesías y Salvador de toda la humanidad que incluye a los judíos y a los gentiles (Rom 15, 4-9), y a Juan Bautista que invita a la conversión porque está cerca el Reino de los cielos, sobre todo en la persona de Jesús, quien bautizará con el Espíritu Santo y con fuego (Mt 3, 1-12). Los dos grandes predicadores del Adviento son el Profeta Isaías y Juan Bautista. Isaías predicó la venida del Señor, del Mesías, desde tiempos muy lejanos. Juan Bautista anunció la venida inminente y ya presente del Señor Jesús, del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. San Mateo enlaza a estos dos precursores con la aplicación que hace al Bautista de una antigua profecía de Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Mt 3, 3).

 

Ser precursores. Los discípulos de Jesucristo debemos aprender de Juan Bautista a ser precursores de Jesús Mesías. Nos corresponde anunciar al mundo la certeza de la salvación: “En medio de ustedes hay alguien a quien no conocen, que los puede hacer felices, el único que tiene palabras de vida eterna y que nunca desilusiona”. Sin embargo, este anuncio sólo será efectivo si comenzamos por nosotros mismos, si la conversión empieza por nuestro propio corazón y nuestra propia casa. Los mexicanos tenemos un modelo de precursor en San Juan Diego, el embajador digno de confianza de Santa María de Guadalupe, de la Madre del Dios por quien se vive. Juan Diego nos enseña a confiar plenamente en la Virgen de Guadalupe y a ser precursores de su mensaje de consuelo, de amor, de esperanza y de auxilio para todos los que con fe y devoción se acogen a ella y a su Hijo Jesucristo.

 

+Hipólito Reyes Larios

Arzobispo de Xalapa

 

Foto de Elsbeth Lenz