Octavio Paz y la búsqueda del presente
“Aprender a ser libre es aprender a sonreír».
Miguel de Cervantes Saavedra

El día 10 de diciembre desde hace 29 años, México recuerda el momento en que Octavio Paz ganó el Premio Nobel de Literatura, un hecho icónico en la vida literaria de nuestro país, suceso que abraza toda la expresión cultural del día a día mexicano.
Octavio Paz, para mi simboliza, quizás al lado de Odioseo en la obra de Homero mi primer encuentro con otros mundos, y otras maneras de concebir la vida. Expreso dicha aseveración con agrado, toda vez que cuando fui niño imaginar la belleza de Calipso Hija del Titán Atlas era un suceso que me hacia viajar.
Pero antes de ello, en 1996 mi padre en la comunidad donde vivíamos, fundó la Biblioteca Octavio Paz, el día que lo acompañé a la inauguración, le pregunté que quién era y por qué había decidido ese nombre para la Biblioteca. y me lo explicó, de ahí que dicho suceso anecdótico más allá de estrechar el vinculo padre-hijo, también me unió a Paz.
Primero vinieron sus poemas, en muchos casos confusos y difusos para mi precario vocabulario, mismo que si en la actualidad ha avanzado un poco, se lo debo en gran medida a él. A saber que ya en mis tiempos universitarios leer “El laberinto de la soledad” nutrió de forma robusta la dimensión de mi caleidoscopio y fortaleció mi amor por México; más adelante ya en mi incursión en la participación pública la obra “El Ogro filantrópico” me dio entendimiento sobre el funcionamiento del gobierno en la actividad administrativa nacional.
Y ni se diga en el amor, sus poemas fincaron en mi una cosmovisión sobre cómo el amor y la pasión son la “llama doble de la vida”, acudir al encuentro con una dama, y tener de fondo el majestuoso poema “Piedra de sol”, es un manjar en estos tiempos de plasticidad y aceleración, a la letra dice:”voy por tu cuerpo como por el mundo, tu vientre es una plaza soleada, tus pechos dos iglesias donde oficia sus misterios paralelos”.
En su discurso para agradecer el Nobel, Paz nos regala otra pieza de retórica y prosa:
“La conciencia de la separación es una nota constante de nuestra historia espiritual. A veces sentimos la separación como una herida y entonces se transforma en escisión interna, conciencia desgarrada que nos invita al examen de nosotros mismos; otras aparece como un reto, espuela que nos incita a la acción, a salir al encuentro de los otros y del mundo. Cierto, el sentimiento de la separación es universal y no es privativo de los hispanoamericanos. Nace en el momento mismo de nuestro nacimiento: desprendidos del todo caemos en un suelo extraño. Esta experiencia se convierte en una llaga que nunca cicatriza. Es el fondo insondable de cada hombre; todas nuestras empresas y acciones, todo lo que hacemos y soñamos, son puentes para romper la separación y unirnos al mundo y a nuestros semejantes”

Ese canon, esa polifonía de identidad sanó mi vínculo oxidado respecto a mi identidad, cuando como jóvenes nos preguntamos ¿Quién soy? ¿Quiénes somos?, para lo que Paz me advirtió una frase que traigo como pegamento y suena en cabeza todos los días: “Es difícil definir lo que somos pero nuestras obras hablan por nosotros”.

De tal suerte, que conmemorar a este virtuoso mexicano, es para mí, en gran medida recordar quién soy y lo que me gusta, si bien – como él mismo dice- la literatura no se define por un quimérico, inasible carácter. Es una sociedad de obras únicas unidas por relaciones de oposición y afinidad.

Así para mi Octavio Paz, es lo que él mismo definió en la palabra “gracias”.

“Es una palabra que tiene equivalentes en todas las lenguas. Y en todas es rica la gama de significados. En las lenguas romances va de lo espiritual a lo físico, de la gracia que concede Dios a los hombres para salvarlos del error y la muerte a la gracia corporal de la muchacha que baila o a la del felino que salta en la maleza. Gracia es perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo de hablar o de pintar, además que revela las buenas maneras y, en fin, acto que expresa bondad de alma. La gracia es gratuita, es un don; aquel que lo recibe, el agraciado, si no es un mal nacido, lo agradece: da las gracias. Es lo que yo hago ahora con estas palabras de poco peso. Espero que mi emoción compense su levedad. Si cada una fuese una gota de agua, ustedes podrían ver, a través de ellas, lo que siento: gratitud, reconocimiento.”

Puedo decir ahora, que con Paz tuve un gran pasado, pero estoy cierto que nuestro futuro será aun mejor. Sonrío cuando lo recuerdo, por gratitud al maestro, por la fraternidad de mi amigo en la soledad.

*Profesor Investigador de El Colegio de Veracruz. Integrante de la Comisión de Selección del Sistema Estatal Anticorrupción. Catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad Veracruzana.