Le pondrás Jesús. En este día, 22 de diciembre de 2019, celebramos el Cuarto Domingo de Adviento, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (1, 18-24) el cual afirma que Jesús nació de María, desposada con José, hijo de David: “Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo”. Para tranquilizar las legítimas dudas de José, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. El nombre Jesús era muy común en Israel y significa “Yahvé salva”. Jesús, el hijo de la Virgen María encarnaba la realidad salvífica de Dios, revelada a los pastores en la Navidad, manifestada al anciano Simeón en el Templo, percibida por los discípulos en su Ministerio público, experimentada por los enfermos que eran sanados y por los endemoniados que eran liberados del poder de Satanás. Por su obediencia y muerte en la cruz, Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre (Cf. Flp 2, 8-11).  San Mateo subraya la ascendencia davídica de Jesús porque el Mesías tenía que ser descendiente del rey David, hombre según el corazón de Dios a quien le prometió una descendencia que no se acabaría nunca. El hijo de David es el Mesías-Rey esperado, el cual es Señor del mismo David (Mt 22, 45).

 

Jesús es el Emmanuel. El otro nombre con que se designa a Jesús es “Emmanuel” el cual originalmente se le aplicó al hijo del rey Ajaz: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: ‘He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros’ (Is 7, 14). Cuando José despertó del sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa”. El mismo Isaías presenta al Emmanuel como Consejero admirable, Dios poderoso, Príncipe de la paz, cuya misión consiste en extender el reino de David, con la justicia y el derecho. Jesús es el nuevo Emmanuel que con sus palabras y obras demostrará que Dios ha puesto su morada entre nosotros. Roguemos a Dios que la celebración de la próxima Navidad nos haga tomar más conciencia de la Encarnación de su Hijo Jesucristo, de su Nacimiento de la Virgen María y de su presencia constante como el Emmanuel, el Dios con nosotros. Es tiempo de vivir una experiencia interior humilde ante Dios en el silencio, en la oración contemplativa ante el pesebre de Belén, en la fraternidad familiar que comparte alegremente sus bienes materiales y espirituales.

 

El nombre. Según una firme creencia israelita, el nombre expresa lo más profundo de la persona. Conocer el nombre de alguien es tener acceso al misterio de su ser y hasta obtener cierto dominio sobre él. El Nombre, con mayúscula, designa al mismo Yahvé Dios. Conocerlo es encontrarse en su presencia. Invocarlo, es entrar en comunión con él; santificarlo, es reconocer que él es el mismo Dios; pronunciarlo en vano es abusar de su persona. Jesús reveló que el verdadero nombre de Dios es “Padre”. Jesús recibe los nombres de Emmanuel, Señor, Mesías o Cristo, Hijo de Dios. Hereda incluso el Nombre que pertenece sólo a Dios. De esta forma el creyente debe orar y actuar en su nombre, es decir, en unión íntima con su poder, con la esperanza de recibir un nombre nuevo (Ap. 2, 17), posiblemente el nombre que está sobre todo Nombre (Flp. 2, 9), o también el de hijo bienaventurado por trabajar en favor de la paz (Mt. 5, 9).

 

+Hipólito Reyes Larios

Arzobispo de Xalapa