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Crónica del Poder

El 24 de diciembre celebramos la navidad, el nacimiento de Jesús. La navidad es el regalo de
Dios más grande para la humanidad porque a través de él se nos manifiesta la salvación. Dado
que en la navidad Dios nos ha hecho el regalo de su hijo es como surge la tradición de
intercambiar regalos en este periodo. Ciertamente los regalos más significativos son aquellos
que involucran nuestra existencia. No se trata solo de dar cosas, sino de aprender a dar parte
de nosotros mismos.
Frente al nacimiento del hijo de Dios estamos llamados a contemplar el amor de Dios hecho
realidad. Por medio del nacimiento de Jesús (regalo divino) se nos revela la misericordia y la
gloria divinas. La Sagrada Escritura dice: “La Palabra se hizo carne y puso su morada entre
nosotros y hemos contemplado su gloria” (Jn 1, 14).
La celebración del nacimiento de Jesús nos permite comprender la pedagogía divina: Dios se
acerca a la humanidad desde lo pequeño. Él se aproxima a nosotros a través de un niño recién
nacido para que también nosotros nos acerquemos a él, con humildad y desde nuestra
fragilidad, provocando la experiencia del encuentro, experimentando su amor y llenándonos de
su ternura.
El hecho de que Dios se acerque a nosotros en la Navidad, desde la figura de un recién nacido,
nos revela también cómo “lo pequeño” es una mediación apropiada para descubrir su
presencia. Dios se manifiesta en la humildad de la carne; los pequeños y los indefensos
revelan el rostro de Dios. Los pequeños son la vía más segura para llegar a Dios.
En este sentido, la celebración de la navidad nos impulsa también a solidarizarnos con quienes
sufren situaciones de dolor, miseria o hambre, así como con los más vulnerables, entre ellos
los niños no nacidos, los enfermos, los adultos mayores, los migrantes y los desocupados. De
ahí que en la navidad muchas personas se involucren en verdaderas iniciativas de caridad que
les lleva a compartir con los necesitados.
Recordemos además que nadie viene a este mundo por casualidad, la vida es un regalo
maravilloso de Dios y por lo tanto toda vida humana es amada y dignificada por el creador.
Para Dios no existen niños no deseados, él ama a toda vida que viene a este mundo. La
concepción y el nacimiento de Jesús dan dignidad a toda vida humana, desde que se concibe
hasta que llega a su desenlace natural. La navidad es el sí de Dios a la humanidad; con la
navidad Dios decide caminar con nosotros para enseñarnos el camino que nos conduce a él.
Teniendo en cuenta estas reflexiones sería bueno considerar algunos desafíos
contemporáneos como son la concordia, el tiempo para los demás y la repercusión de la
experiencia de fe.
LA CONCORDIA. Vivimos en una sociedad fragmentada, lastimada y dividida. El nacimiento de
Jesús ha traído la concordia, ha generado la experiencia del encuentro, en el portal de Belén
cabemos todos. La experiencia de navidad debe ayudarnos a superar todo aquello que nos
divide como para buscar juntos el bien común, ayudarnos unos a otros crear mejores
condiciones de vida y a dejar atrás discursos que sólo envenenan a la sociedad y la dividen
entre buenos y malos. México necesita cultivar la concordia.
TIEMPO PARA LOS DEMÁS. En este mundo contemporáneo vivimos muy ocupados y
distraídos en nosotros mismos, y se corre el riego de descuidar lo que da sentido a nuestras
vidas, necesitamos dedicar un poco de tiempo a los demás: a la familia, a los hijos, a los
pobres, los inmigrantes, los descartados… Necesitamos celebrar la navidad superando ese
modo de vivir para salir de nosotros y acercarnos a los demás sobre todo a los que sufren y
padecen necesidad.
LA PROYECCIÓN DE NUESTRA FE. En la fiesta de la navidad se escucha por primera vez el
cántico angelical: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (
Lc 2, 14). Con ello se reconoce la grandeza de Dios. Dios es amor, es la verdad y la luz.
Necesitamos acercarnos a él para proyectar también estos valores. Este reconocimiento de la
grandeza de Dios lleva también un compromiso de paz. Quien lo reconoce está llamado
también a promover la paz. Pues el olvido de Dios lleva también al descuido de la paz. Cuando
nos olvidamos de Dios nos olvidamos también de los demás.
Que la celebración de la navidad nos lleve a dar un lugar a Dios y a los hermanos. Celebrar la
navidad es reconocer la cercanía de Dios y su misericordia. La vida del hombre se hace más
difícil cuando uno se olvida de Dios. La navidad es una bella ocasión para dejar entrar a Dios
en nuestra vida y al mismo tiempo ser constructores de paz.
¡FELIZ NAVIDAD!
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa