Soltar
Claudia Viveros Lorenzo
Nos aferramos tanto a las cosas que creemos que amamos. Que pensamos que estas solo a nuestro lado podrán estar bien, sin darnos cuenta que nada ni nadie, tiene que estar necesariamente dentro de nuestro puño.
Somos obsesivos, nos sentimos dioses del Olimpo, supremos y divinos, y nos aterra la idea de dejar aquello que nos gusta o creemos amar. Y remarco, -creemos- porque es un hecho indiscutible, si amamos algo, no podemos tenerlo atado a nuestro tobillo bajo la consigna de que nos pertenece, y aún causándole dolor o él causándonoslo , no podemos dejarlo ir porque “debe” estar con nosotros.
Este 2019 está por terminar, y por estos días todos empezamos, o intentamos empezar, a reflexionar sobre los acontecimientos que se llevaron a cabo en nuestras vidas y en los aprendizajes obtenidos, en lo que se fue y en lo que llego. Hacemos recuento y muchas veces sonreímos y otras tantas lamentamos. Quizá no todo salió como esperábamos. Quizá hubo historias fugaces. Lo que sí es seguro, que todo nos tuvo que dejar una enseñanza, y sé que suena trillado, pero es real.
Cuando estamos cerca del final de una etapa, como en este caso, es la culminación del 2019, es importante revalorar qué tuvimos, hacia donde vamos y qué debimos soltar en el camino. O si todavía no lo hacemos, apurarnos a desprendernos para seguir avanzando.
Suelte aunque duela, deje ir si le lastima, si le pesa, si no logra ayudar a construir esa felicidad diaria que debe ser fuerte, entera, sólida. Que debe servir de cimientos para construir una persona plena. Puede ser que tenga que soltar momentánea o definitivamente, pero si eso, que lo incomoda no lo deja estar en paz, suelte.
Si tuvimos la infortuna de perder a un ser querido que pasó a otro plano y vivimos aferrados a su recuerdo, suelte.
Si perdimos el trabajo y añoramos lo bien que nos iba, cuanto nos satisfacía y la gran retribución económica que nos daba, suelte, ya vendrá otro.
Si nos enamoramos como unos locos, pero la sintonía no fue recíproca, suelte.
No nacimos para sufrir ni para ser mártires.
Siempre he pensado que soltar es el acto más grande de amor. Muchos no lo entienden y lo confunden con cobardía. Yo creo que es más cobarde el que se queda sufriendo dentro de una situación tóxica, por miedo a no saber seguir adelante.
Soltar es de valientes y de personas que aman con entereza. Que saben que va a doler, que viene el sufrimiento al combatir el apego, que habrá días largos de tristeza y que la cabeza estallará en preguntas basadas en el “hubiera”. Pero también entienden que soltar cuando algo no esta bien, cuando ya no te lleva a ningún lado, cuando está en contra de tus valores, de tu ser, es de sabios. Soltar es amar, es dar espacio al universo de acomodarse, de juntar las piezas en forma correcta, de dar oportunidad a otros de encontrar lo que tu no puedes ofrecer, de dar libertar de quedarse o irse.
Suelte y empiece de nuevo, con la cara en alto y la sonrisa plena. Si lo que suelta regresa, ¡lotería! definitivamente es para usted. Si no, no se preocupe, le firmo donde quiera (y con copia) que llegará algo mucho mejor y que se sorprenderá de cuanto tiempo perdió tomando la decisión. Soltar es una acto de amor, repito, de amor al prójimo y a uno mismo, sea valiente y viva bien.