Principio y fin
Claudia Viveros Lorenzo
Nada dura para siempre. Todo tiene un principio y un fin. Todos nacemos y morimos. Nada es eterno. Cuando aceptamos ese hecho, podemos vivir con más ligereza y entender que no podemos aferrarnos a personas, objetos o situaciones, simplemente porque todo tiene una fecha de caducidad. Sería lindo que algo pudiera ser eterno. Pero definitivamente no lo es, porque somos materia que se va transformando y evolucionando, lo que somos hoy, no lo fuimos ayer, ni lo seremos mañana, por lo tanto, ayer fui una hija, hoy seré una madre y mañana quizá una abuela, tres mujeres distintas, que tuvo que adaptarse y que dependiendo de las circunstancias navegará las corrientes, de la manera mas favorable para sobrevivir a la salvaje marejada llamada vida. Cuando queremos indicar que algo termina, denominamos que ha llegado a su fin. Pero si nos vamos al significado estricto de la palabra, encontraremos, que esta nos indica, también, propósito, finalidad, objetivo.
Que todo tenga un ciclo determinado, no quiere decir que tengamos que vivir pensando que todo es en vano, todo sirve, todo pasa y está para aprender para crecer y para ser recordado. Decía García Márquez: “La vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla”.
Entonces los recuerdos son el alimento del alma, es la recompensa de todo lo que tenemos la oportunidad de experimentar. Y el sello que nos dejan en la memoria y en el alma, es el que debemos aquilatar – esos sí- para siempre.
Hay ciclos cortos y largos. A veces los primeros suelen ser más sustanciosos que los de gran durabilidad. Sea cual sea la dimensión, creo que debemos siempre estar agradecidos por cada instante bien invertido en cada aventura que emprendemos, en cada persona con la que tenemos la oportunidad de compartir, de cada objeto que nos ayudó o sirvió convenientemente. Incluso, entre más experiencias podamos atesorar, mucho más ricos seremos. Entonces a vivir, a vivir sin miedo, sin apego, con el alma libre, espíritu hambriento y anhelo atrevido de sentir, amar, disfrutar, llorar, viajar, ejecutar todos los verbos conocidos, y entonces, aunque poco nos detengamos a pensar en la situación, morir en paz, Terminar nuestra etapa rebasados de aprendizajes. Siendo unos veteranos virtuosos, todos unos maestros hábiles en el arte de existir. Porque estaremos conscientes, de que tuvimos la oportunidad y la aprovechamos. Que triste sería vivir cuidándonos de todo, sin atrevimiento, poniendo todas las excusas conocidas por delante: para no salir lastimados, para no buscar problemas, para no dañar a nadie. Dejando pasar oportunidad tras oportunidad por cobardía. Ha notado que los viajeros, avalan su forma de vivir, porque dicen que van acumulando memorias y no objetos, y por lo tanto persiguen existir a través de cada lugar que conocen y lo que se llevan en su ser.
No solo a través de un viaje se puede llevar esto a cabo, si valoráramos más cada minuto de vida, no tendríamos la necesidad de querer cambiar de escenario para comprender lo afortunados que somos y las maravillas a las que estamos expuestos. Es cuestión solo de reconocer, de poner todos nuestros sentidos a trabajar al máximo y de hacer que la información que recojamos a través de éstos nos alimente el espíritu, algo así, como mirar todo a través de un microscopio.
Por favor, viva intensamente. Sea inteligente y haga lo que le plazca, sin lastimar a nadie, pero dese la oportunidad de atreverse, de soñar, de disfrutar, de poder mirar atrás y poder decirse: lo intenté y si no salió bien, quizá todavía tengo tiempo de volver a empezar y volver a intentar.
En el principio de los tiempos existía la nada, y de la nada existía el todo y en un momento dado el todo explotó, creando el universo. Así es la vida y así son los ciclos. Somos seres tridimensionales y evolutivos, inmersos en ese cosmos, que se inmortalizan a través de recuerdos, los cuales al estar enlazados con los de los demás, representan la unificación de un todo. Genérelos sin miedo. Atesórelos y agradezca.