2020 empezó mal para el planeta. Australia está viviendo incendios forestales devastadores y gigantescos, los peores de toda su historia, desencadenados por meses de sequía y temperaturas récord en uno de los países catalogados como de los más biodiversos del mundo.
Durante los últimos meses, expertos de la Universidad de Sydney avisaron que se han perdido más de 500 millones de animales, 8 personas han muerto y cientos han perdido sus hogares o están atrapados en zonas rurales de las regiones de New South Wales y de Victoria.
Las imágenes que impactaron a la opinión pública mundial muestran un cielo color sangre mientras miles de personas se refugian en las playas de la costa Este del país, y también imágenes de marsupiales como koalas y canguros conectados a máquinas de soporte vital tras haber sido gravemente heridos en los incendios.
Las informaciones de que los efectos de los incendios han empezado a sentirse en América Latina empezaron a llegar esta semana, cuando varios medios de la región publicaron la noticia de que el humo de los incendios australianos llegó a Chile y Argentina. El humo y la ceniza tomaron forma de nubes que recorrieron 12 mil kilómetros por el Pacífico y situándose a 6 mil metros de altura sobre el Cono Sur.
Aunque los expertos aseguran que no hay mayores preocupaciones sobre los impactos negativos que este fenómeno pueda tener en Argentina y Chile en estos momentos, se trata de una advertencia contundente de que la emergencia climática es cada vez más global y que un suceso de esta magnitud no queda circunscrito a su lugar de origen sino que tiene consecuencias en lugares remotos mostrando que la atmósfera es un sistema complejo e interconectado cuya dinámica nos compete a todos lo habitantes del planeta.
Tras los incendios devastadores en la Amazonia brasileña y boliviana el año pasado, muchos en América Latina todavía sienten el temor de lo que podría pasar si este año el escenario en el Amazonas empeora.
CÓMO SE COMPARAN LOS INCENDIOS EN AUSTRALIA Y BRASIL
El año pasado, en Brasil ardieron unas 5.500.000 hectáreas en la región del Amazonas por culpa de incendios forestales, muchos de los cuales se podrían haber evitado con un mayor control de las autoridades, según Greenpeace International. Esta cifra representa un aumento de más del 80 por ciento frente al año anterior; aumento que coincide con el primer año de gestión del ahora Presidente, Jair Bolsonaro.
Según el Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas (IPAM), los municipios que sufrieron la mayor tasa de incendios en Brasil fueron también aquellos que cuentan con los niveles más altos de deforestación, un hecho preocupante dado que, desde que Bolsonaro llegó a la presidencia, la tasa de deforestación ha subido un 29.5 por ciento.
¿Cómo se comparan los incendios en Australia con el escenario brasileño? Según Greenpeace, hasta ahora se han quemado más de 8 millones de hectáreas en los incendios de New South Wales y Victoria, lo que representaría una superficie forestal destruida un 45 por ciento más vasta que la del Amazonas brasileño.
La inmensidad de esta área se pone también en evidencia se la compara con las cifras de los devastadores incendios forestales de California de 2018, donde se quemaron alrededor de 800.000 hectáreas de bosque. Con más de 8 millones, los de Australia multiplican por 10 esa cifra.
Bajo el gobierno del actual Presidente Scott Morrison, Australia se ha mantenido como el tercer país que más exporta combustibles fósiles del mundo, tras Rusia y Arabia Saudita: las exportaciones de carbón sumaron $42 mil millones en 2018.
Estas exportaciones las ha defendido Morrison, declarando que son una parte fundamental de la economía australiana, aunque no ha querido hacer la conexión entre esta industria y los drásticos aumentos de temperatura que Australia está actualmente experimentando y que podrían estar detrás de las causas de los fuegos gigantescos.
DOS GOBIERNOS QUE NIEGAN LOS PELIGROS DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Aunque Bolsonaro destaca por su flagrante negacionismo, hecho evidente en declaraciones como que ‘Brasil es uno de los países del mundo que más cuida del medio ambiente’ realizadas en medio de los incendios en la cuenca del Amazonas en agosto de 2019 durante una conferencia de la ONU, la visión del australiano Morrison también representa una amenaza seria al medio ambiente.
Frente a las acusaciones de que en Brasil se está cometiendo un ecocidio que llevaron a cabo activistas y líderes políticos por el mundo en agosto del año pasado, Bolsonaro se puso a la defensiva y rechazó US$20 millones en asistencia para el Amazonas ofrecidos por el G7.
Apareció con un discurso a la defensiva, poco después, acusando a las ONGs de empezar actividades criminales en el Amazonas como argumento para defender reacción a lonGs cortes en el financiamiento que empezó su gobierno. Este propósito de desacreditar a las ONGs fue revelado por democraciaAbierta en Agosto, y también denunciado a raíz del encarcelamiento de bomberos voluntarios acusados de pirómanos en Noviembre.
La respuesta del primer ministro australiano, Scott Morrison, a los incendios, ha sido también la de negarse a reconocer el rol que ha jugado el calentamiento global en causarlos. Muchos también lo han acusado de estar desaparecido durante los momentos más críticos de esta crisis nacional debido a su falta de comprensión sobre lo que realmente está pasando en su país.
Él ha llamado ‘imprudentes’ a las voces que reclaman acabar con la minería de carbón en el país, aunque el carbón sea una de los causas principales del cambio climático por el mundo, y también ha dicho que Australia tiene que mantener equilibrio entre la importancia de la economía y la del medio ambiente y que, en momentos como éstos, no podemos perder de vista esta relación, deslizando el mensaje de que la economía es la prioridad.
La inconsciencia (por no decir la desvergüenza absoluta) de estos dos gobiernos es muy peligrosa directamente para sus ciudadanos, pero también para el conjunto del planeta y sus habitantes. Aunque tienen discursos diferentes, éstos parecen tener efectos igualmente dañinos para el medio ambiente, y está claro que sus posturas políticas acerca de priorizar la economía y un ‘desarrollo no sostenible’ contribuyen a desencadenar desastres naturales, cada vez más frecuentes y que están entrando en una espiral incontrolable.
En el inicio de la tercera década del siglo XXI, no tiene sentido que el desarrollo a toda costa y el beneficio a corto plazo siga mandando impunemente. Cuando vuelva la temporada de incendios en el Amazonas, habrá que estar muy atentos a la respuesta de los gobiernos, que no puede ser alentar la deforestación en nombre de un modelo de desarrollo que ya no funciona, y atacar a los que defienden el planeta acusándolos sin ningún escrúpulo de ser ellos quienes lo destruyen.