POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA

HASTA CUANDO LO VAN A ENTENDER PADRES Y MAESTROS

DRA. ZAIDA ALICIA LLADO CASTILLO

Lo que aconteció en un tiroteo en el Colegio Cervantes de Torreón Coahuila, el día de ayer 10 de enero del presente, estremece,  pero también nos debe poner alertas a todos, en particular a los señores padres de familia que tienen hijos pequeños, adolescentes o jóvenes y , a los maestros, autoridades educativas y gobierno.

Lo que sucedió en ese centro escolar es un símil de lo que ha sucedido en otros países en particular en los EEUU, de masacres provocadas por estudiantes que llegan armados y agreden a sus iguales en los centros escolares dejando heridos y muertos. En este caso ha sucedido en el estado de Coahuila,  pero igual puede suceder en Veracruz o en la ciudad.

El hecho es por demás lamentable. Un menor de 11 años de nombre José Ángel Ramos ingresó a la escuela portando un arma con la cual inició la agresión  disparando  primero contra sus maestros, luego contra compañeros y posteriormente se suicidó. Nadie de la escuela se percató que traía un arma porque el niño llegó de manera normal a la escuela, pero en su mochila llevaba escondidas dos pistolas y de esta manera buscó la oportunidad  para perpetuar la agresión cobrando la vida de su maestra, lesionando de gravedad a 3 estudiantes más, a otro maestro que intentó detenerlo, para finalmente terminar con su vida.

Y ante ello uno puede pensar. ¿Cómo un niño de escasos 11 años-que aún no termina su primaria- puede ser capaz de tener esos instintos destructivos? ¿Qué tan dañino será el ambiente familiar que lo ha rodeado como para que en una década de vida, haya acumulado tanto coraje para decidir matar y matarse?

Y al respecto retomo parte del artículo que escribiera en el mes de julio de 2019, que titulé: La insensibilidad: mal de nuestro tiempo (partes 1 y 2), como también ya lo había mencionado en otros como el artículo que escribí en 2018 y 2017: La violencia en los medios y la salud mental de niños y jóvenes. Y traigo a colación algunos párrafos que siento que merecen ser nuevamente publicitados, con la intención de llamar la atención y ver si de una vez por todas se operan acciones preventivas desde la familia, la escuela y la sociedad y protejamos a las nuevas generaciones de lo que les puede dañar desde ahora y los puede marcar de por vida.

Y decía en estos artículos que, frecuentemente tildamos a las personas insensibles –independientemente de la edad–de frías, antipáticas e incluso como falta de emociones, sin embargo, es necesario conocer  más de las causas y perfil de estas personas. Las causas que están detrás de la insensibilidad—que en su momento se convierte en agresión abierta o encubierta–, van desde la apatía o dureza frente al dolor hasta la existencia de graves patologías. Algunas de éstas son fisiológicas, que pueden provenir de alteraciones genéticas, o cargas biológicas que las personas adquieren por herencia y que pueden resurgir en terceras o cuartas generaciones. Por ejemplo los alexitimios, son personas que viven encerrados en un inusual sufrimiento donde a pesar de experimentar emociones, no pueden identificarlas ni demostrarlas. Son personas que aun viendo morir a la persona más querida, no demuestran dolor. En ciertos casos suelen existir alteraciones y llegar a trastornos límites de la personalidad.

Existen otras causas también, como los traumas que provienen de las experiencias (o inexperiencias) que han impactado en las personas sus emocionales seriamente. Por ejemplo, quienes han experimentado grandes sufrimientos emocionales, suelen ser más empáticos y sensibles al dolor de los demás, pero también se puede producir el sentido inverso. Si el dolor ha rebasado ciertos límites o un trauma psicológico ocurre de manera constante entonces el efecto es contrario, la persona reacciona insensible es decir, se acostumbra al sufrimiento y ya no es capaz de percatarse del dolor de otros. También puede ocurrir, que quien no ha experimentado el sufrimiento propio, por notoriedad o curiosidad, busque provocarse el sufrimiento o construir su propia experiencia buscando dañarse a sí mismo o  a otros. Es decir su búsqueda de atención o de notoriedad o su  ignorancia afectiva por desconocimiento, puede hacer que provoque hechos en donde a la persona no lo importe el daño que cause.

 

Y aquí hago un paréntesis y regreso al caso Torreón. En el caso de los niños su falta de conciencia y madurez, a veces no les permite percatarse comúnmente de las consecuencias de sus actos, del todo pero,  si a ello unimos otros factores emocionales-daños emocionales individuales– derivado de problemas en su familia o en su relaciones sociales, permiten construir sujetos que reaccionan con violencia y agresión, más impulsiva –desquitarse, tomar revancha– que voluntaria.

 

En el caso de los niños o adolescentes, son menores los casos atribuibles a bloqueos de sensibilidad como mecanismo de defensa, o de resistencia al sufrimiento aunque sí, muy al nivel del niño o adolescente, a la adopción de estrategias inconscientes para  evitar verse vulnerables frente a otros. En esos casos los factores más fuertes están dentro de la familia y de su contacto con las personas con las que socializan.

 

Y retomo algunas partes de las sugerencias que hacía en el artículo citado, del cómo  enfrentar dichos problemas, adoptando medidas muy enérgicas de carácter preventivo y correctivo, para atacar el problema desde diferentes flancos:

 

Desde la familia. Si las personas agresivas o insensibles toman sus modelos desde el hogar quiere decir que algo está fallando en el mismo. Y tiene que ver en el cómo están siendo educados sus integrantes a través de las etapas de desarrollo.  La génesis está en los estilos de educación de padres altamente: a)  destructivos hacia dentro y fuera de sí mismos, b)  sobreprotectores,  c) tolerantes y permisivos con los hijos en extremo y, agrego uno más: d) padres prepotentes que generan modelos de superioridad hacia los sumisos, mismos comportamientos que adoptan los hijos tarde o temprano.

 

En el primer caso los padres destructivos o castigadores en extremo,  refuerzan la rebeldía de sus hijos a tal grado que a éstos no les importe lo que piensen ya sus progenitores con tal de hacer su absoluta voluntad. Generalmente un padre destructivo es altamente agresivo e igualmente inconsciente e insensible y el modelo se trasmite. En el segundo caso, los padres sobreprotectores, que no dan libertad de acción y de decisión a los hijos o que caen en el extremo de la manipulación extrema, sólo generan en ellos coraje, ira, odio y tarde o temprano  se desquitarán con ellos o con los demás adoptando una actitud de rigidez, manipulación o agresión contra los más débiles o vulnerables, como una forma de obtener revancha por lo que ellos han sufrido.

 

Como sucede también con los padres tolerantes al extremo que no generan limites en los comportamientos de sus hijos, que cumplen todos sus caprichos, que no castigan socialmente las conductas inadecuadas y dejan que los hijos abusen de su libertad en su hogar y fuera de éste. Este tipo de padres llegan a ser dominados o rebasados en autoridad por sus hijos. En el caso de los padres prepotentes, generan modelos frente a los hijos de superioridad frente al más débil y lo niños se acostumbran a que pueden obtenerlo todo a través de la presión, la coacción o la violencia contra quien consideran débil. En todos estos casos, son los padres los que deben buscar ayuda, para saber educar y proteger a sus hijos de esos modelos dañinos.  Deben trabajar sus problemas como ´pareja y como familia y dependiendo el caso, si éste es grave o crítico, se requiere necesariamente la ayuda psicológica o psiquiátrica individual y de grupo, para salir adelante.

 

En función de los centros escolares. El no percibir a tiempo en el sistema escolar los cambios de comportamiento de ciertos alumnos o  los casos de agresión física, psicológica y emocional de algunos estudiantes contra otros y no ir a las causas del problema, hace que se fortalezcan las conductas inadecuadas de los agresores, lo que obliga a los responsables del sistema  educativo a tomar muy en serio el promover programas contra el bullying, o contra la violencia entre sus integrantes, así como el de llevar una relación más estrecha con los padres y tutores. Los maestros deben estar en permanente comunicación con los padres de todos los alumnos, pero en particular, de los alumnos agresores; y éstos deben aceptar las quejas o sugerencias que el sistema escolar les hace para cooperar en la adaptación o readaptación conductual adecuada de sus hijos.

 

Los centros escolares deben exigir a cada maestro tener tutorados y además en cada supervisión escolar  un área de atención preventiva psicológica para los estudiantes de un sector. Y dejo claro que es preventiva porque la parte correctiva o terapéutica debe ser responsabilidad del sector salud. Igualmente fortalecer los programas contra las adicciones y fomentar permanentemente la  orientación a padres para que cooperen en la disciplina que se requiere generar desde los hogares y sobre todo el manejo adecuado de valores y principios morales que toda persona debe asimilar desde las primeras etapas del desarrollo.

 

En el medio social. De una vez por todas, debe quedar claro a los padres, especialmente jóvenes, que la adquisición y uso indiscriminado de los videojuegos, han sido considerados como la principal causa de que los niños y jóvenes no sepan distinguir el dolor y el sufrimiento de otros, porque como le he dicho reiteradamente, basta con apretar un botón en estos aparatos para que maten o hagan sufrir a un personaje ficticio, haciendo que vean como cosa natural la destrucción, la violencia  y muerte–aunque se trate en personajes irreales—. De esta manera, es como se construyen personalidades agresivas, violentas u homicidas.

 

Desde la parte gubernamental. Se requiere que el gobierno en sus tres niveles, ponga más atención en los programas de salud física y mental en especial en niños y jóvenes.  El abuso de imágenes violentas en los medios de comunicación deben ser reguladas por el Estado; la venta de videojuegos y películas debe ser regulada igualmente para desechar o prohibir aquellos que se excedan en imágenes agresivas y sanguinarias, porque están dañando a nuestros niños y jóvenes. E igualmente que al sector educativo se le dote de unidades de atención primaria psicológica y se logre la canalización de los casos a las instituciones de salud, de aquellos que lo ameriten por su gravedad (alcoholismo, drogas, etc.)

 

Partamos entonces de la premisa de que,  la insensibilidad, la violencia y los crímenes masivos provocados por jóvenes-como ya lo hemos mencionado en diferentes artículos–, se adquiere por repetición o exposición de imágenes violentas y destructivas, y por los predisponentes emocionales o carencia de afecto que genera vacíos y rencores en los afectados y los predisponentes ambientales.  Si seguimos fomentando ambientes llenos de incongruencia, si dejamos que los hijos estén expuestos permanentemente a imágenes en donde los homicidios, agresiones, transgresiones a la ley y a la autoridad, etc., se generalizan , si los padres no establecen  límites a sus hijos y desde pequeños se vuelven rehenes de los mismos al satisfacer todas sus exigencias , si nos hacemos tontos exhibiendo violencia en casa o en la comunidad creyendo que no va a afectar a los niños y jóvenes, entonces asumamos la responsabilidad de estar destinando a las generaciones futuras en personalidades nocivas y toxicas,  para la sociedad. Y entonces no nos extrañe que casos, como el de Torreón se generalicen y nos acostumbremos irresponsablemente a ellos viéndolos como algo normal, y entonces no nos lamentemos de ser testigos de la manera en que la propia humanidad se aniquila entre sí.

 

Y porque estoy segura que somos muchos padres y profesionistas que nos preocupa el problema, empecemos –señores padres de familia—por recuperar el sentido de los valores morales en los hogares y en la comunidad, practicando de manera individual, en pareja y familia, esos valores y  hagamos lo propio como sociedad trasmitiendo mejores mensajes   a los niños y jóvenes del presente y futuro.

 

Finalmente reitero la propuesta,  de que no se debe escatimar esfuerzo en enseñar a la niñez y juventud, el espíritu de cooperación y respeto entre las personas. Enseñar a un niño o a un joven a ser sensible, a ser capaz de ponerse en el lugar del que sufre, del que está necesitado o en estado de indefensión o vulnerabilidad,  creará en un futuro hombres y mujeres de bien, que no sólo se amen a sí mismos, sino que amen a la humanidad y miren por ella en todos sus actos personales y profesionales.

 

Gracias y  hasta la próxima.