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Universidad Veracruzana

La seguridad alimentaria del país está en la “buena comida”, consideró Yuribia Velázquez Galindo, investigadora del Instituto de Antropología (IA) de la Universidad Veracruzana (UV) y coordinadora del proyecto Impacto sociocultural y ambiental de las políticas alimentarias en población de origen indígena del Centro de Veracruz”, que se desarrolla en San Marcos Atexquilapan, municipio de Naolinco de Victoria. 

La académica y los estudiantes Iris del Rosario Jiménez Serrano (becaria) y Eduardo José Rodríguez Noltenius (prestador de servicio social), quienes participaron en este proyecto durante 2019, presentaron avances de la investigación en el XXXII Congreso Internacional de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS) 2019, en Lima, Perú, en el apartado “Alimentación y cocinas en las Américas”. 

“Efectos de la globalización en la alimentación y la salud. Una mirada antropológica de la cultura alimentaria en Naolinco” fue la ponencia presentada por Iris del Rosario Jiménez, y “Formas de apropiación de las políticas alimentarias en ámbitos rurales latinoamericanos. Un estudio de comparación entre Veracruz y Lempira, Honduras” fue el tema de Eduardo José Rodríguez, con base en su tema de tesis, que está en curso. 

Además, “Políticas alimentarias y saberes indígenas. Visiones en pugna sobre el bienestar” fue presentada por Yuribia Velázquez; mientras que estudiantes y académica expusieron “La noción de ‘buena comida’ en poblaciones contemporáneas de origen indígena”. 

Iris Jiménez, Yuribia Velázquez y Eduardo Rodríguez en el XXXII Congreso Internacional ALAS, en Lima, Perú

Política pública y saberes alimentarios 

A propósito del tema, la antropóloga comentó que las poblaciones indígenas tienen nociones particulares sobre la buena alimentaciónSin embargo, la política pública marca una línea y los saberes alimentarios ancestrales, otra. 

“Desde el marco de la visión de alimentación mesoamericana, el modelo es comer lo natural, y desde el de la política pública nos han enseñado que lo adecuado es suplir, es decir, incluir suplementos alimenticios.” 

Para ella, es desafortunado que la política pública se apoye en la industria alimentaria y lo que es difundido por los medios de comunicación se acepte no sólo como buen alimento, sino superior; en consecuencia, se desvaloriza la tradición alimenticia local. 

 “La tradición marca que se debe comer de manera saludable, pero el gobierno dice que hay que comer alimentos intervenidos; desafortunadamente, las que pierden son las visiones locales.” 

Lo novedoso de esta investigación es que utiliza como modelo los saberes locales, pues generalmente se traza la propuesta de investigación desde quien investiga; no obstante, en este proyecto siguen el modelo que la propia comunidad tiene sobre su buena comida, ello permite hacer una revalorización. 

En ese sentido, una de las sugerencias recibidas en el Congreso Internacional ALAS 2019 es que elaboren un método de intervención que permita recuperar esos saberes, pues “hay una lucha de imposición simbólica que estamos perdiendo”. 

La entrevistada insistió en la importancia de desarrollar intervención en comunidades, para lograr el empoderamiento de sus propios modelos de alimentación. 

La «buena comida» varía de acuerdo al contexto; por ejemplo, en San Marcos Atexquilapan las personas todavía tienen una relación diferente con lo que comen, pues cultivan y valoran los conocimientos de los abuelos, aún hay una transmisión cultural fluida de los modelos alimentarios. 

Si bien la base de la alimentación mesoamericana son el maíz, frijol, chile y calabaza, llamada también la dieta de la milpa, eso no significa que haya una sola cocina, pues ésta varía de acuerdo al nicho ecológico. 

“La milpa se combina con los productos de los diferentes espacios. El año pasado fui a hacer una observación a la región de Minatitlán, dondcombinan la milpa con peces de temporada. Tienen un ciclo de peces, como acá se tiene el de las hortalizas, guayabas y manzanas.” 

En el caso de los pueblos asentados en bosques o cerca de ellos, aprovechan las variedades de hongos, plantas de recolección y animales de caza. 

“Decían que su alimentación es monótona, que se la pasan comiendo tortilla, chile, calabaza y frijol, pero no es cierto. En realidad, hay muchísimos alimentos que necesitan ser registrados, porque desde mi punto de vista ahí está nuestra seguridad alimentaria. Se tienen que ver formas de preparación, maneras de vincularse con el ambiente, porque los manejos tradicionales son benéficos para éste.” 

En ese contexto, Velázquez Galindo subrayó el ahorro que lograría el gobierno al promover los alimentos que se cultivan y proteger los nichos ecológicos. 

“Se requiere fortalecer estos modelos de alimentación, las formas en que se preparanconservarlos y promoverlos. No es una labor sencilla. Tampoco se trata sólo de vender grandes cantidades de setas.” 

La académica aprovechó para invitar a estudiantes a desarrollar su servicio social en este proyecto de investigación, lo que significa involucrarse en actividades de vinculación como talleres en las comunidades. «Es bienvenida la comunidad estudiantil de AntropologíaNutrición, Biología, Historia, Sociología y Economía, entre otras. El estudio de la alimentación tiene muchas aristas, no sólo es hablar de recetas, sino de factores económicos, políticos y ecológicos”, concluyó.